Política

El experimento Biden

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La hegemonía cultural de los Estados Unidos es la de su industria del espectáculo, y se nota sobre todo en dos cosas: el cine y las elecciones presidenciales. Todo el mundo sigue las campañas, las encuestas, y discute sobre los candidatos como si fuese a votar, y todo el mundo celebra o lamenta el resultado como cosa propia. No es sólo por la influencia que puedan tener: nadie tiene ni idea de la política china, nadie sabe prácticamente nada del sistema político ruso ni del funcionamiento de la Comisión Europea —que también influyen. O sea, que es otra cosa. Y en general, por una inercia que habría que explicar, normalmente el resto del mundo vota por el partido demócrata.

México no. Entre nosotros, el movimiento de regeneración tiene afinidades muy evidentes con Donald Trump, y con el “trumpismo”, y eso tiene su importancia. Pero además en los últimos años la relación con Estados Unidos ha sido de una claridad absoluta; con la humildad que corresponde, asumimos que somos sus empleados: agradecemos que nos pague, y que nos permita enviar las remesas para completar el gasto, y trabajamos a gusto como porteros. Y por eso votamos por Trump.

El resultado de la elección nos permitió hablar de fraudes electorales, que es uno de nuestros temas favoritos. Pero la situación era comprometida porque nos ponía junto a Bolsonaro, que no nos gusta. Y el resto del mundo había votado por Biden. De modo que desenterramos al primo tonto de la Doctrina Carranza, y lo disfrazamos de principio de la política exterior —eso, para las embajadas. En el frente interno, los caricaturistas que forman la vanguardia intelectual del regeneracionismo soltaron una larga andanada de cartones para decir que no había diferencia entre los candidatos: un Trump con careta de Biden, un Tío Sam cargado de armas diciendo que él siempre gana, Biden diciendo “volvamos al colonialismo”. O sea, que Biden en realidad era tan malo como Trump.

Maciek Wisniewski vino al rescate con un artículo hecho a base de preguntas retóricas: “¿Cuál será… su primer país bombardeado? ¿Supondrá… apretar el tornillo a los migrantes? ¿Cuánto tardará en empezar a conspirar con los golpistas en Bolivia? ¿Cuánto tiempo tardará en instrumentalizar a la OEA y la DEA…? ¿Llevará a cabo alguna suerte de destrumpificación…?”. No hace falta más ingenio que ése, sólo se trata de deslustrar un poco al presunto presidente electo, para afearles a los demás sus aplausos.

Joseph Biden va a ser presidente de los Estados Unidos, y defenderá el interés de Estados Unidos. No hay motivo para esperar otra cosa. Pero es un experimento que conviene seguir con atención, porque va a contracorriente de los tiempos. Es un político discreto, de larguísima trayectoria, lo mismo que los que ha escogido para formar su gabinete: Antony Blinken, Janet Yellen, John Kerry. Tiene todo para hacer un gobierno aburrido. Falta ver si eso funciona, falta ver si es posible recuperar algo de estabilidad, confianza, algo de inercia institucional, si es posible un gobierno gris, falta ver qué clase de sociedad queda después de un episodio como el de Trump.

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Fernando Escalante Gonzalbo
  • Fernando Escalante Gonzalbo
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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