Roxy Music, uno de los grupos más influyentes, entregó el debut más importante de aquel año y uno de los mejores de la historia del rock: las nostálgicas y glamorosas vocales de Bryan Ferry, los teclados y efectos sonoros entre ambientales e incisivos de Brian Eno; el bajo de Simpson, la guitarra de Manzanera, el sax entrometido y el oboe neblinoso de Mackay y la batería deslizante de Thompson, se conjuntaron en el ídem Roxy Music, retomando apuntes punketos y propios de la estética del collage para llevarlos a los terrenos del glam y el artrock, ventilados por dolientes brisas marinas que atraen desenlaces amargos con ese halo fílmico que atraviesa el disco, de breves encuentros bogartianos.
Annette Peacock se presentó en solitario desgranando intensidad con el indicativo I’m the One, nueve cortes confeccionados con materiales propios del jazz, soul y el pop, bien macerados por un avant-garde de electrónica configuración. Y la británica cantautora Joan Armatrading apareció en escena con Whatever’s for Us, apoyada por Pam Nestor y sólidos músicos de soporte, y en el que desarrolla un folk con aromas hippies como se advierte en It Could Have Been Better y la pieza titular: una chica citadina de familia, que podría ser Alicia, se aproxima a visionarias montañas para visitar todos los jardines de la realeza, ahí donde habitan relaciones interraciales.
Por su parte, Fagen y Becker se presentaron en sociedad bajo el nombre de Steely Dan y convirtieron el trabajo sucio en algo que hay que hacer otra vez, vía Can’t Buy a Thrill. Rock deliciosamente jazzeado en el que no se pueden comprar emociones, solo compartirlas por el resto de los años. Eagles levantó el vuelo de la mano de Don Henley y Glenn Frey, a quienes se les sumó Bernie Leadon y Randy Meisner para grabar el homónimo Eagles, integrado por canciones propias y versiones con un enfoque de soft country que ya apuntaba hacia las grandes audiencias: para escucharse mientras nos tomamos en calma la tristeza y la partida del tren.
Contaron con la ayuda de Jackson Browne, quien a su vez se presentó después de acumular buena experiencia con el homónimo Jackson Browne, desplegando un folk que cobija a un rockpop listo para fotografiar desde las colinas de la infancia la California post-sesentas, bajo miradas que se sostienen mientras se caen los cielos y se abren las despedidas, y vía cortes como Doctor My Eyes, Jamaica Say You Will y Song for Adam; por su parte, Joe Walsh firmó en solitario Barnstorm, obra que denota su talento compositivo e instrumental, con esa guitarra orientando canciones ventiladas y esparcidas con el piano y los coros, encontrando pasajes arbolados de countryrock y hojarasca sicodélica: visitantes de medianoche, uno a uno, en busca de la piedra perdida.
Big Star entregó en 1 Record una influyente cátedra pop que viaja del power al acento sureño entre armonías imaginativas y descensos baladeros para recibir al sol: sentirse de 13, aprovechar la oportunidad e intentarlo de nuevo, aunque la vida fluya por la calle del descubrimiento. Dentro del territorio del Krautrock, Neu! entregó su debut ídem, Neu!, desprendiéndose de los patriarcas de Kraftwerk y ganando identidad inmediata. Rítmica hipnotizante y motorizada sobre la que crecen teclados escapistas para quedarse colgado en una post fiesta mutante. Captain Beyond, supergrupo con personal que pasó por Deep Purple, Iron Butterfly o que tocó con Johnny Winter, se integraron y con la solidez del stoner-rock entregaron el homónimo Captain Beyond, entre vigorosas vocales (Rod Evans), imparables despliegues guitarreros (Larry Reinhardt), líneas de bajo que sostienen cualquier peso (Lee Dorman) y una batería que (Bobby Caldwell) en sintonía para llevarnos por pasajes de alcance progresivo.
Fernando Cuevas
@cuevasdelagarza