Política

“En el principio no era el verbo sino la guerra”

Sé de esa pulsión de muerte, una constante en la historia, que lleva a los seres humanos a enfrascarse en guerras interminables, la mayoría de las mismas, además, tan sangrientas como inútiles.

Sé que suelen ser los gobernantes y dirigentes políticos más intolerantes, cobardes y autoritarios —esos que, por cierto, menos riesgo tienen de caer en combate— quienes más fácil y frecuentemente desatan la matanza.

Sé que la guerra no resuelve nada; que a los enemigos no se les sepulta bajo los escombros de las ciudades y barrios bombardeados, por el contrario, se les siembra.

Sé que el despliegue masivo de tropas y armamento pesado sólo hace que el enemigo, obligado por la ley de proporcionalidad de fuerzas, responda armándose hasta los dientes.

Sé, porque la he vivido, que la guerra termina pervirtiéndolo todo y que, entre dos fuegos, terminan atrapadas y atrapados siempre niñas y niños, ancianos, mujeres y hombres inocentes.

Sé que la guerra la ordenan los viejos, pero son las y los jóvenes los que cumplen las órdenes de lanzarse a matar y morir.

Sé que hay guerras; las que hacen los pueblos para liberarse de sus cadenas o las naciones contra regímenes genocidas, como el de Adolfo Hitler, que es necesario librar a toda costa.

Sé que hay guerras absurdas, como la que supuestamente se libra contra las drogas, donde una potencia que tolera y promueve el consumo ordena a gobiernos que se le someten que pongan los muertos mientras Washington pone los dólares y las armas.

Sé que Ricardo Salinas Pliego, la oposición y algunos de los más influyentes líderes de opinión en nuestro país quieren de nuevo la guerra —la misma de Felipe Calderón y Genaro García Luna— porque saben que en ella no les va la vida y porque creen que gracias a ella recuperarán sus privilegios.

De mano dura hablan, al frenesí que provoca la sangre derramada incitan. De un artero asesinato sacan raja política y de la legitima indignación y del dolor se aprovechan y buscan, infiltrando provocadores, que haya muertos en las calles.

Más sangre quieren que se derrame y por eso distorsionan y amplifican, con discursos incendiarios, mentiras y acusaciones sin fundamento, el crimen, completando así la tarea del sicario y de quienes le ordenaron disparar.

Para ellas y ellos, y como dice James Hillman, “en el principio no era el verbo sino la guerra”.

Antídoto para su rabia es la conciencia colectiva; la decisión de honrar a toda costa el mandato dado en las urnas, por una amplísima mayoría, de construir la paz que es fruto de la justicia.


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Epigmenio Ibarra
  • Epigmenio Ibarra
  • Periodista y productor. Fundador de la prodcutora Argos. Corresponsal de guerra entre 1980 y 1990 / Escribe todos los miércoles su columna "Itinerarios"
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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