Política

¿Por qué la corrupción no tiene costo para Morena?

En teoría, una democracia funciona cuando los ciudadanos castigan a los gobiernos que cometen casos de corrupción. Es decir, que más allá de los costos judiciales de la corrupción (prisión, multas, inhabilitaciones), existe un cuerpo ciudadano que reacciona frente a las prácticas ilegales o que contradicen la moral pública. No obstante, la Ciencia Política lleva años analizando por qué esto no sucede así. Recomiendo ampliamente el texto de Laurits F. Aarslew (en inglés): ¿por qué los partisanos no castigan electoralmente las malas prácticas?

Realmente, la destrucción del sistema de rendición de cuentas -costo político por corrupción- es una consecuencia de esta época dominada el populismo, la polarización y la posverdad.

Primero el panorama global y luego regresamos a México. Marine Le Pen acaba de ser condenada por desviar recursos del Parlamento Europeo. Y su partido, el Reagrupamiento Nacional, no ha perdido un voto -encabeza las encuestas en Francia. Trump ha sido culpable de delitos de todo tipo, desde políticos hasta personales. Y ganó las elecciones de 2024, por primera vez con mayoría de votos.

Casos similares podemos ver en el Brasil de Bolsonaro, con Vox en España, con Netanyahu en Israel o en la Turquía de Erodgan. ¿Qué sucede con la política mundial? ¿Por qué las identidades partidistas se sobreponen a la rendición de cuentas?

México es un país con una clase política corrupta. Lo fue en el pasado y lo es en el presente. Un presidente que vivía con doscientos pesos en su cartera o una presidenta que se asume como austera no cambian este hecho. Los índices globales de prácticas corruptas, como el presentado por Transparencia Internacional este mismo año, refirman este hecho indiscutible: México es un país corrupto. Ni el Gobierno cambió, ni la sociedad cambió. El pueblo bueno, incorruptible, fue un discurso populachero de López Obrador; no obstante, no tiene sustento en la realidad.

Desde que gobierna Morena, hemos visto las mismas prácticas que llevaron a este partido al poder en 2018. Maletines, carruseles, relaciones criminales, aduanas corruptas, instituciones podridas, gobernadores que cierran los ojos, militares delinquiendo, negocios al amparo de poder. Nada ha cambiado de fondo.

Es cierto que el estilo es diferente. Las formas son otras. Sin embargo, las actitudes (privilegios, frivolidad, corrupción) son las mismas.

El último gran escándalo es el llamado Huachicol Fiscal. En términos estrictamente monetarios, el huachicol fiscal está entre los casos de corrupción más grandes de la historia del país. De acuerdo con el Observatorio Nacional de Energía, durante este año, el Gobierno de México ha dejado de recaudar 40 mil millones de pesos por el huachicol fiscal. Si extrapolamos esta cantidad a los últimos siete años, estamos hablando de más de 300 mil millones de pesos. Con eso se podrían construir 10 líneas tres de tren ligero en Guadalajara o incrementar 30 por ciento el gasto destinado a salud en todo el país. Es una cantidad enorme de recursos que se han ido a bolsillos privados; en particular, a bolsillos de los funcionarios de Marina que se encargan de la gestión de Aduanas. Como lo hemos podido saber por la misma información oficial, el huachicol fiscal no es un tema de unas manzanas podridas en la Marina que decidieron corromperse, sino una trama armada y encabezada desde el Estado mismo.

A esto hay que agregarle los lujos de la cúpula morenista en Madrid, Tokio o Lisboa. La fuga y posterior detención de Hernán Bermúdez, secretario de Seguridad en tiempos de Adán Augusto como gobernador de Tabasco. La corrupción afecta al nivel federal (Segalmex), estatal (Adán Augusto) o militar (huachicol). Y, sin embargo, la última encuesta de Buendía y Laredo para El Universal presagia una mayoría absoluta de Morena con sus satélites en 2027.

Se ha vertido mucha tinta para explicar este fenómeno. Un Gobierno con magros resultados y con casos de corrupción, pero que sigue gozando de apoyo popular.

Algunos dicen que son los programas sociales. Otros dicen que es la debilidad de la oposición. No falta quien culpe a la mañanera y la comunicación política. Y seguramente las mayorías de Morena algo tienen que ver con cada uno de estos factores, pero no lo explica todo.

Sin embargo, hay un tema de cultura política que va más allá de la coyuntura. La democracia mexicana generó instituciones, pluralismo e incluso participación política. Sin embargo, la transición no nos arrojó una ciudadanía de alta intensidad. Por el contrario, México siguió siendo un país apático, con bajo capital social y en donde pocas causas movilizan a la ciudanía. Parece que el México real está contento con los corruptos mientras eso no suponga un país con problemas económicos o ponga en tela de juicio el poco bienestar social y material que hemos alcanzado. El PRI de Peña cayó en desgracia por el gasolinazo, no por Ayotzinapa; el PAN de Calderón fue impopular más por la crisis de 2009 que por los casos de corrupción. México sólo podrá ser un país con una clase política responsable y prudente si la ciudadanía comienza a castigar la corrupción. “Son corruptos, pero reparten”, es un resabio de la cultura política priista que nos ha hecho mucho daño como país.


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Enrique Toussaint
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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