Cultura

Pesadilla fiscal

LUIS M. MORALES
LUIS M. MORALES

Para no declarar todos sus ingresos, y por consecuencia, pagarle menos al fisco, las empresas mexicanas recurren a una infinita variedad de artimañas. Una de ellas es dificultar con mil pretextos la emisión de facturas. Ya no les basta con explotar a su clientela, obligándola a realizar un trabajo que antes hacían sus empleados: ahora tratan al consumidor como limosnero o le dan con la puerta en las narices cuando se atreve a pedir una factura. Sus triquiñuelas deberían ameritar sanciones fuertes por parte del SAT, si de veras quiere erradicar los delitos fiscales. Pero me temo que esa institución no tiene la voluntad política de lograrlo, o ya la rebasó un problema generado por su propia reglamentación. Tal y como están las cosas, en la actualidad una persona física debe dedicar dos o tres horas a la semana a la obtención de facturas, si acaso logra sortear las piedritas o piedrotas que el SAT y los empresarios rapaces ponen en su camino.

Se está volviendo costumbre pedir al cliente su Constancia de Situación Fiscal como requisito para emitir una factura. La semana pasada me la pidieron en la agencia de autos Baic de Cuernavaca, donde llevé mi coche a servicio, y en el restaurante La Nostra Cuccina de Val Quirico, en Tlaxcala, argumentando que Hacienda les exigía ese documento para poder facturar. Ignoro si de veras el SAT les impuso esa obligación o la esgrimen como pretexto para hacerse rosca, pero estoy seguro de que el requisito propicia la evasión fiscal, además de causarle un grave perjuicio al consumidor, pues nadie lleva consigo la constancia y los sufridos clientes ya sabemos que, si la factura no se emite de inmediato, más tarde será necesario volver al establecimiento para exigirla (hacer esas gestiones por teléfono es imposible, pues nadie contesta las llamadas). La impunidad de los negocios que niegan facturas a un forastero es aún mayor, pues saben que no viajará de nuevo al lugar donde hizo la compra.  

Esta carrera de obstáculos tiene un claro objetivo: vencer al consumidor por agotamiento. Para ahorrarse los sueldos de los empleados que antes facturaban, los empresarios crearon páginas web donde el cliente debe obtener las facturas por sí mismo, con su RFC y los datos de la compra realizada. Pero muchas de esas páginas funcionan mal, ya sea porque las empresas invierten poco en su diseño, o porque fueron concebidas exprofeso para impedir la facturación. Así ocurre, por ejemplo, con la página de la cadena de gasolineras Grupo Energás y con las de tres cadenas farmacéuticas: Farmacias Guadalajara, Farmacias del Ahorro y la empresa del doctor Simi, donde resulta imposible facturar (acabo de comprobarlo), aunque el usuario proporcione todos los datos exigidos en los recuadros. ¿Cuántos clientes volverán a las farmacias o a las gasolineras para exigir sus facturas? Los dueños de estos emporios saben que muy pocos clientes lo harán, sobre todo si el monto de la compra es bajo, pero ya encontraron un subterfugio para burlar a los inconformes: remitirlos de nuevo a la página web, en un círculo vicioso que puede terminar en el manicomio. Otras empresas, como la cadena de restaurantes Sushi Itto, cometen una marrullería más taimada: sólo dan tres días al cliente para facturar después de haber comido en sus restaurantes, sin tener la gentileza de advertírselo cuando paga la cuenta. 

 Quien fracasa en el empeño de obtener facturas, tampoco deducirá impuestos, algo que en teoría beneficiaría al fisco. Pero como esas ventas no serán declaradas al SAT y las grandes empresas ganan mucho más que los particulares, la sangría que esto representa para el erario debe ascender a miles de millones. ¿Qué prefieren las autoridades hacendarias? ¿Impedir las deducciones de los pequeños contribuyentes morosos, que por sus deudas con el fisco no pueden conseguir la constancia requerida, o los desfalcos multimillonarios de las empresas que se niegan a facturar? Si la 4T quiere distribuir mejor el ingreso, ¿por qué el SAT favorece a la oligarquía y castiga a la clase media?  

En España hay menos evasión fiscal que en México y allá las simples notas de compra sirven como facturas. El cliente no tiene que trabajar horas extras ni padecer un calvario para deducir impuestos. ¿Cómo pudimos llegar a esta situación kafkiana? Primero se permitió a las empresas transferir al cliente los costos de la facturación, y ahora los beneficiarios de ese atropello le impiden hacer una chamba que no le corresponde. Al cliente lo que pida, siempre y cuando no pida facturas. O el SAT toma cartas en el asunto o se volverá cómplice de estos abusos. Ninguna economía puede prosperar cuando la burocracia impide las operaciones fiscales más simples, y bajo el pretexto de combatir la evasión a cuentagotas, beneficia a los evasores de peso completo.


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Enrique Serna
  • Enrique Serna
  • Escritor. Estudió Letras Hispánicas en la UNAM. Ha publicado las novelas Señorita México, Uno soñaba que era rey, El seductor de la patria (Premio Mazatlán de Literatura), El vendedor de silencio y Lealtad al fantasma, entre otras. Publica su columna Con pelos y señales los viernes cada 15 días.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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