Cuenta una popular fábula que un ratón vivía felizmente en una granja hasta que vio al granjero recibir un paquete.
Al percatarse que el envío era una ratonera, muy preocupado fue a solicitar auxilio a la gallina, al cordero y a la vaca, sus compañeros de granero.
“¿Una ratonera?”, preguntó la gallina. “Ese no es problema mío”. “No puedo hacer nada más que orar por ti”, le dijo con desdén el cordero. “Yo no estoy en peligro”, señaló despreocupada la vaca.
Una serpiente venenosa fue la que cayó primero en la trampa y mordió a la esposa del granjero.
La mujer se puso muy grave y la gallina tuvo que ser sacrificada para prepararle un caldo que la reconfortara. Las visitas no se hicieron esperar, hubo que alimentarlas y el cordero corrió con la misma suerte.
A los pocos días la mujer falleció, por lo que el granjero tuvo que vender la vaca al rastro para cubrir los gastos funerarios.
Nunca, como ahora, esta aleccionadora fábula cobra pertinencia. Todos, sin excepción, nos hemos visto afectados por las crisis sanitaria y económica.
Algunos han perdido su empleo, otro a un ser querido. Pero todos hemos visto mermadas nuestras libertades y alteradas nuestras formas de vida.
Son graves las cifras oficiales referentes a los contagios y a la contracción económica. Se va a requerir un gran esfuerzo de todos para salir adelante. En el inter, habrá muchas personas sufriendo: viudas desamparadas, padres desesperados, jóvenes desempleados.
Es momento de ser empáticos con ellos. Quienes hayamos sido menos afectados por la contingencia tenemos el deber moral de apoyar a los demás. Hay mil formas de hacerlo.
No se requieren grandes inversiones de dinero; a veces, los gestos de solidaridad que generan esperanza son los más valiosos.
La cadena de contagio no se romperá hasta que todos seamos responsables, pensemos en los demás y cumplamos con los protocolos de contención.
El malestar social solo se paliará con la participación altruista y solidaria de todos. Recordemos que el desempleo produce pobreza, la que a su vez genera inseguridad.
Nadie puede decir “ese no es mi problema”. De aquí en adelante lo que le suceda a cualquier miembro de nuestra comunidad es problema de todos.
Si no lo entendemos así, estaremos alimentando a la serpiente que vendrá a acabar con la vida de todos los habitantes de esta granja, nuestra granja.
emym@enriquemartinez.org.mx