Sociedad

Se le apareció el diablo

Sobre la repisa de madera, cubierta por una servilleta con flores recién bordada, la mamá colocó aquel cuadro que enmarcaba la imagen de la Virgen del Carmen y las Siete Ánimas del Purgatorio cociéndose a fuego lento para purgar sus pecados.

En la repisa también dejaba la morralla y advertía:

—Cuidadito me agarren este dinero: es para que al rato compren papas y tortillas. Ah, y huesos para el perro; no se les olvide, porque ustedes sí comen y olvidan al animalito. Agarren la feria que está sobre la repisa… Y me traen dos cajitas de chicle sabor violeta.

Aquella imagen imponía miedo: el torso de los pecadores y pecadoras sobresalían de entre las llamas del purgatorio, y no se les notaba muy a gusto que dijéramos. La Virgen y el Niño con varios escapularios en la mano presidían la escena. Un ángel a cada costado de ella confortan a quienes entre las llamas cumplen su condena.

En muchas ocasiones la mamá iba y contaba el resto del dinero y sonreía satisfecha porque los chamacos no caían en la tentación del hurto. Hasta que cayeron.

El más grandecito de los tres chamacos tomó lo suficiente para comprar el cilantro y las tortillas. Y llevó dos monedas más para jugar futbolito de mesa, su vicio.

Salió de la verdulería; la fila para la compra de las tortillas era enorme. Haría tiempo jugando algunos partidos. Siempre había alguien dispuesto y además se apostaba: el que pierde paga. Él raramente perdía. Los mirones rodeaban la mesa para verlo jugar y eso le envanecía.

—Voy un peso a que este morro gana —retaba alguien. El chavo ponía todos sus sentidos en el encuentro y disparaba tremendos tiros que dejaban huella en la mesa de madera. Se embebía y armaba gran boruca cada que ganaba. No se percató del paso del tiempo; las tortillas. Pero él estaba en su día, lo retaban una y otra vez, y ganaba con tremendos trallazos.

—Ese, apúrate que tu jefa viene dando vuelta en la esquina...

—Espérate, no me distraigas.

— Es que se te va armar el pedo…

— Aguanta, ahorita me dices: ¡voy ganando!

— Bueno, que conste que te avise…

La mesa de futbolito crujía, sobre ella había un montón de monedas de los apostadores. Los mirones estaban muy atentos a las acciones de los jugadores. El encargado del local vio venir a la mamá, armada con una manguera. Quiso advertir al morro, pero la doña le hizo señas para que guardara silencio. Y sin decir agua va, atizó severos manguerazos a las corvas del chamaco, quien pensó que alguien lo embromaba para que perdiera; volteó y vio volar la manguera sobre su espalda y aunque se fruncía de dolor, alcanzó el paquete de las tortillas y pegó carrera rumbo a casa, valiéndole poco las burlas a sus espaldas:

—Se te apareció el diablo, mi carnal: se te armó la gorda.

—Gorda tu madre —contestó la progenitora del chamaco y se fue tras él—; pero verás ahorita que lleguemos a la casa cómo te va a ir, malvado vago. Una con hambre y tú aquí, dejando que las tortillas se entiecen…

El chamaco entró corriendo a casa, depositó las monedas sobre la repisa de la Virgen del Carmen y se sentó a esperar, mordisqueándose las uñas y pidiendo:

—Virgencita: hazme el milagro: que se le pase el coraje a la jefa; hazme el milagro… 

Emiliano Pérez Cruz*

* Escritor. Cronista de Neza

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Emiliano Pérez Cruz
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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