Y la gente se pregunta dónde es el incendio: la columna de humo se advierte desde cualquier punto de la ciudad y ya los noticieros informan por internet: es en una bodega de calzado, ubicada en el centro de la ciudad, por el rumbo de Tepito, calle Nicaragua, o Costa Rica; ay Dios, protege a esa pobre gente, que se pierda lo material que como que quiera que sea se recupera, pero la vida, cuándo.
Ulular de sirenas: ambulancias, carros con bomberos, pipas con agua…
–Antes mucha gente techaba sus casas con láminas de cartón enchapopotado, a cada rato se incendiaban. Todavía se utilizaban estufas de petróleo, se sobrecalentaba el depósito del petróleo y aquello se volvía un horno.
–Todo el vecindario se movilizaba y el que no cargaba arena, se acomedía llevando cubetas con agua o trapos para sofocar las llamas, golpeándolas.
–Pues sí, pero por el tamaño de la humadera se ve que está en grande la quemazón. Y en el mero centro de la ciudad. De aquí a que lleguen los bomberos ya todo se consumió, pobre gente…
–En mi colonia había una cohetería que por un descuido reventó. Los coheteros corrían desnudos por el llano, y desesperados se arrancaban la ropa con todo y piel. La gente les aventaba agua de las zanjas ensalitradas. Nomás le agregaban ardor a las quemadas. Fue muy feo aquello…
–Y luego hay que estar alertando a la gente y cerrarle el paso a los mirones, que nomás estorban y nada que ayudan y mucho que se exponen, caramba.
–Es que la gente somos entrometidas por naturaleza y no medimos el peligro. Nos ponemos en primera fila para luego correr con el chisme.
–Pero más vale orillarse a la orilla y que los bomberos hagan lo suyo. Ya luego los chismosos de la tele pasarán todo el cuento.
–M’hijo me echó un telefonazo, andaba por Xochimilco y desde allá se miraba la humadera, imagínese si no estuvo fuerte el asunto.
–Al fuego hay que tenerle mucho respeto. Tantito que sopla el viento y hace que se extienda por todos lados la lumbre y luego, si hay tanques de gas o material que se prende con facilidad, prontito aquello se vuelve un infierno.
–Dios guarde la hora.
–Dios guarde y proteja a la pobre gente. Ya lo material como quiera se recupera, pero la vida no retoña.
El dueño del puesto de periódicos ubicado sobre la banqueta sube el volumen a su radio de transistores y se escucha decir que el siniestro se ubica en la calle de Costa Rica, y que es una bodega de calzado la que está ardiendo…
–Oiga nomás, qué rápido se corre el chisme.
–Son los tiempos, vecina: una esperaba a que llegara el marido con el periódico de la tarde para ver si ya venía la noticia con más detalle y fotos, pa’ saciar el morbo.
–Pues sí, no que ahora las noticias de las tragedias se transmiten en vivo y a todo color y ahí está una de morbosa, llenándose del pesar de los accidentados.
–Pues qué se le va ha hacer. Ni modo de hacerse la desentendida, ni que fuera una de palo. Dicen que mucho ayuda el que no estorba y mejor que estemos aquí desde lejecitos, sin exponernos y que quienes tengan que hacer su trabajo lo hagan sin estorbos.
–Pues nomás porque estamos lejos, porque si no estaríamos en primera fila, vecina, y ni diga que no porque le crece la nariz por mentirosa…