Sociedad

El chiste es un buen pegue

Y aquí estamos, como hace un año, cuando juramos venir a esta banca para recordar a los que ya no vienen a sentarse en ella, o quién sabe: dicen que el cuerpo se va al agujero, como la mugre en el lavadero que dijera el cantautor Gabino Palomares. Y el alma sigue de vaga entre nos, pero sin manifestarse, porque ¡sustote que nos pega el difunto, Dios guarde l’hora!

Aquí estamos, para no atosigar a la señora, que tiene bastante tiene con lavar, planchar, hacer la comida y de pilón, si los tiene y las nueras le cargan la mano, atender a los nietos y al viejo inútil que, dicen ellas, nada que ayuda pero bien que estorba.

Ahí viene ya don Cato en la silla de ruedas que conduce la asistente que sus hijos contrataron para que le dé sus paseadas por las calles y avenidas de la colonia y así mate el aburrimiento que, un día sí y otro también, le invade.

Don Cato no vendrá hoy, porque convenció a la chofer de su silla de ruedas y se fueron a los tacos de cabeza en el mercado de San Martín. ¡Diez tacos se jambó cada quien, y su agua de frutas de 600 mililitros, nomás! Y pues a sus 89 abriles el cuerpo ya no es el mismo que se zambutía ¡hasta 30 tacuches, con la mano en la cintura!

Además, le ganaba el antojo y concluía la aventura culinaria del día jambándose cuatro quecas de papa y su tarro de tepache. Muy moderado, don Cato, como han de comprender.

Ya me lo imagino al don Cato: con el rabo ardiente, porque abusó de la salsa de chile de árbol. Casi veo al don Cato pidiendo le acerquen su botella de Melox plus para aliviar el ardor estomacal que los excesos le ocasionan.

Más que la salsa de los tacos, fueron las pachas de tequila las que le desgastaron el tapete de la flora intestinal que protegía al estómago de don Cato. Bien que le arriaba ese hombre al jugo de agave, y si no alcanzaba pa’ más: “Pues deme un Tonayan, el chiste es un buen pegue para que el cuerpo sepa lo que recibe”, presumía el hombre que antes que lo jubilaran fue chofer y luego despachador en la ruta de camiones San Rafael-Aviación-Cols. del Ex Vaso de Texcoco, mientras desenroscaba la tapa del envase, echaba p’atrás la cabeza y tragaba —sin hacer gestos— el contenido para, enseguida, relamerse los bigotes y recitar unos versos que alguna vez fueron lugar común: Agua de las verdes matas:/ tú me tumbas, / tú me matas:/ tú me haces andar a gatas…

Y andó, o anduvo, ese man: sólo sus cachetes de güero de rancho enrojecían. Los ojos zarcos brillaban y el ánimo platicador se le desataba, y mil anécdotas le rebotaban en la cabeza y las atrapaba y recetaba a los compañeros instalados frente al puesto de la teporocha disfrazado de vinatería.

—Les juro que así fue. Por diosito, que desde el cielo me mira y no me dejará mentir: eran platillos voladores, sabrá Dios si te de júpiter o de Marte, ¿crees tú qué un burro llegue a Marte, mi buen Chilaquil? Si ya enviaron a una guaguá al espacio, Laika, tocho es posible, ¿qué no?

“Todo es posible”, contestaban a coro los del Escuadrón de la Muerte, y alguien completaba: “Hasta que un burro llegue a Marte, tanto o más que tu domadora, Cato. Y date de santos que alguien todavía tenga un sentimiento para ti, briagoberto como eres”.


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Emiliano Pérez Cruz
  • Emiliano Pérez Cruz
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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