No es sorpresa que Arturo Zaldívar Lelo de Larrea apoye el proyecto de transformación del país, impulsado por Andrés Manuel López Obrador, conocido como la 4T, ya que públicamente ha dicho apoyar las transformaciones que impulsa el Presidente.
Lo sorpresivo es que ayer, por medio de una carta difundida en las redes sociales, solicitó al presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, le acepte su renuncia como ministro de la SCJN.
Tampoco es sorpresa el hecho de que desde el momento en que este dio a conocer la carta de su solicitud de renuncia y el motivo de esta: Para “sumarse –dijo– a la consolidación de la transformación de México”, de inmediato sus malquerientes desde las redes sociales y cabinas de la radio se burlaron de él y, entre otras cosas le dijeron: “¡No que no!”.
A mí me parece injustificado este reclamo y burla porque, en primer lugar, Arturo Zaldívar es el único que no esconde la ideología que profesa, lo que es digno de encomio. Y en segundo porque, a diferencia de otros ministros, ha demostrado con sus decisiones en la Corte que sabe hacerse responsable de sus prejuicios ideológicos.
Un acto de honestidad intelectual seria que ministros y ministras de la Corte expresen, como lo hizo Arturo Zaldívar, sus creencias ideológicas. Pues, bien mirado, es un derecho humano de los justiciables saber en qué creen los juzgadores, cuál es ideología que profesan, sus convicciones, preferencias electorales, etcétera.
En el caso de Arturo Zaldívar, siendo que ideológicamente apoya el proyecto en marcha de la 4T, no todo lo que ha decidido como integrante del máximo tribunal de la nación ha favorecido a los intereses del presidente Andrés Manuel. Tal es el caso, por ejemplo, el plan “B” de la fracasada reforma electoral, lo que le costó a Zaldívar ser vituperado por los morenistas.
Ni en la SCJN, ni en todo el Poder Judicial, hay ángeles y querubines, pero sí muchos demonios, porque como seres humanos que son los juzgadores están imposibilitados para deshacerse de sus prejuicios, creencias, ideologías, convicciones, todo lo cual, en una mayor o menor proporción, consciente o inconscientemente, se incluye en las decisiones judiciales (o fallos) para, en el mejor de los casos, realizar la justicia; o para efectuar una arbitrariedad.
Ahora bien, no obstante esta realidad irrefutable, y considerando demás que en México se aprende a ser juzgador únicamente en los tribunales (ya que inexplicablemente las universidades se han desatendido en formar jueces), estimo que el ministro Arturo Zaldívar se encuentra entre los tres mejores ministros que ha tenido la última Corte de Justicia; es decir, la surgida de la reforma constitucional de 1994; los otros dos, desde mi punto de vista, son los ex ministros Genaro Góngora Pimentel y José Ramón Cossío Díaz.
Por supuesto, en los tres hay defectos, errores y faltas al buen desempeño profesional. La más grave e imperdonable de las faltas, sin duda, es la del ex ministro José Ramón Cossío en el caso de la Guardería ABC, la que, si algo de humanismo hay en él, de lo que no dudo, de seguro muchas noches le sigue quitando el sueño.
Y en cuanto a una de las faltas del ministro Arturo Zaldívar, entre muchos aciertos, es solicitar su renuncia al presidente Andrés Manuel con fundamento en el párrafo 3º del Artículo 98 de la Constitución, siendo que cualquiera puede corroborar que el cargo de ministro de la Corte es irrenunciable, a no ser que se trate de una causa grave.
Y en cuanto a una de sus mejores posturas adoptada, es en el caso en el que el ministro Cossío enseñó el cobre: Haber desafiado la orden del ex presidente Felipe Calderón en el caso de la Guardería ABC, que por prudencia públicamente denunció mucho después, hecho del que no queda duda porque ningún ministro o ex ministro refutó a Zaldívar.