La lógica del capital es la ganancia, el empresario solo está dispuesto a invertir en un determinado sector productivo si es rentable. Y es el caso que el servicio del transporte público urbano, por ser mercancía, no escapa a esta lógica.
Pero, lo paradójico de nuestro sistema económico y política legislativa, es que el transporte público urbano es a la vez un servicio y un derecho humano. Nada más absurdo. O es un derecho humano, o es un servicio, no puede ser las dos cosas.
Si es derecho humano, entonces es al estado a quien le corresponde garantizar a toda persona este derecho, no a los empresarios del transporte, quienes, conforme a las reglas de la lógica del capital, justificadamente se duelen de que en nueve años no se les ha autorizado incremento de tarifas.
Ahora bien, para que el estado garantice el derecho humano a la movilidad “en condiciones de seguridad vial, accesibilidad, eficiencia, sostenibilidad, calidad, inclusión e igualdad”, como lo ordena el Artículo 4º constitucional, no solo se requiere un transporte urbano de primera, sino también que las tarifas sean accesibles para todos.
¿Y qué se ha hecho en el estado de Nuevo León para contar con un trasporte público urbano de primera calidad y tarifas accesibles para todos, para así poder hacer efectivo el derecho humano a la movilidad?
En los anteriores sexenios absolutamente nada. Y en el actual, lo que hemos observado en el gobernador es una falta de diálogo respetuoso y propositivo con los transportistas, indispensable para encontrar solución a la crisis del transporte público urbano; pues si alguien sabe de este asunto son los transportistas, no los funcionarios del gobierno que acaban de llegar a aprender.
Lo que me ha sorprendido, lo mismo que a muchos, es el exceso del gobernador al haberse referido al empresario Abelardo Martínez, después de que le requisó la Ruta 400, como “un canalla”, “un gandalla” y “una sanguijuela”. Este hecho me hizo recordar uno de los pasajes de Don Quijote en el que éste dice: “No ofendas con palabras a quien de obra has latigado”.
Efrén Vázquez Esquivel