Los habitantes de algunas colonias de Tula, Tepeji, Tezontepec de Aldama, Tlahuelilpan y otros municipios de la región, reportan ya seis eventos de inundaciones, anegaciones, encharcamientos, desborde de ríos y agua en sus viviendas, desde la tragedia de la noche del 6 de septiembre.
Y es que pareciera que solamente ocurrió una vez el tema de las afectaciones por lluvias, descarga de aguas residuales y niveles de presas; pero la realidad es que en cada precipitación en el Valle de México el peligro es latente.
Pareciera que antes no ocurría nada o que todo cambió desde la fecha fatídica de hace un mes, lo que hace pensar en la responsabilidad de los tomadores de decisiones en la Conagua, en el gobierno federal, en el estado y municipios, quienes saben o deben conocer a quienes determinan la ruta del desfogue de corrientes del centro del país.
La decisión de “inundar” un río o afluente cercano a población –pretexto de la ingeniería hídrica del nuevo siglo- no es un argumento aceptado por la gente de Hidalgo, al menos por los que han resultado damnificados en su patrimonio y salud.
Por ello se han organizado ya para interponer la demanda colectiva, pedir por la vía legal la reparación de daños, y obligar prácticamente al Estado mexicano a que realice las obras requeridas para que se traten las aguas en la Ciudad de México, Estado de México y no se descargue todo a través de los túneles emisores a Hidalgo.
En los últimos días, Querétaro ha vivido una situación similar y nadie sabe por qué ahora ellos son los que están recibiendo las descargas.
Algo pasa con el agua de la lluvia, y la que se usa y consume en la Ciudad de México, que termina siendo factor para las inundaciones en otras entidades.
Se espera que haya una investigación seria y se pueda resolver el tema porque cada día se corre el mismo riesgo.
Eduardo González
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