El gobernador Omar Fayad Meneses, el presidente municipal de Tula, Manuel Hernández Badillo, diputadas y diputados locales, senadoras como Nuvia Mayorga y Xóchitl Gálvez, y ciudadanía en general, levantan la voz por Hidalgo con el tema de las aguas negras, residuales, caño, drenaje o como le gusten llamar.
Por cuestiones de la naturaleza o por la ingeniería hídrica o porque así se decidió hace medio siglo en la capital del país, Hidalgo recibe el desperdicio del Valle de México que llega desde las alcantarillas y desemboca en los ríos y cuerpos de agua, que posteriormente también terminan en las presas y finalmente en el océano no sin antes pasar por todos los mantos y cuencas.
Eso ha demeritado gravemente la calidad de vida de la población en zonas como Tula, pero en general es en todo el Valle del Mezquital y otras regiones cercanas; y no solo Hidalgo, también Estado de México, Querétaro, San Luis Potosí, son zonas altamente contaminadas por los residuos que provienen del Valle de México. El tema debe ser una prioridad para el gobierno federal, e incluso para los organismos internacionales, pues se supone que uno de los Objetivos del Milenio, la agenda 2020 y todas las cumbres verdes, era el de reducir efecto de gases, evitar la contaminación del agua, reciclar la basura y nada de ello está ocurriendo en la parte central de México.
El centro de México se alimenta con el agua de Hidalgo y además Hidalgo le recibe el agua residual, fueron parte de las palabras en uno de los discursos del gobernador Omar Fayad en días pasados. Algo que debe de valorarse porque no solo es que se busque que no haya inundaciones, sino que se aminore la polución.
Todas las agendas y estrategias para hacer de Tula y el Valle de México una zona menos contaminada han fracasado; van 30 o 40 años que se quiere voltear a las energías renovables, a modificar el proceso de recolección de basura, al tratamiento de las aguas, y es la fecha que nada de eso se ha hecho.
Eduardo González
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