La lucha del gobierno en contra del robo de combustible en ductos de Pemex en Hidalgo es algo absurdo. Por un lado se despliegan recursos millonarios, elementos de seguridad y fuerzas armadas, tecnología, todo un dispositivo de estado, y al final, un grupo de personas por la noche llega e instala una toma clandestina, roba el hidrocarburo y se va.
La escena se repite una y otra vez, y suma ya casi una década desde los primeros años en que se popularizó la venta de gasolina robada a un precio menor que en las estaciones comerciales. El Ejército que es la corporación encargada de cuidar el petróleo, al ser un asunto de seguridad nacional, es quien ha dispuesto la mayor cantidad de horas, recursos y recursos para esta lucha sin tregua en donde al parecer no hay enemigo a vencer.
En Hidalgo, por ejemplo, desde hace varios años se está combatiendo al “huachicol” y a quienes realizan dicha actividad, pero no se ha identificado a una célula como tal que sea la que controle todo el mercado; sin embargo, sí se tiene ubicadas a las poblaciones donde hay más proliferación de tomas clandestinas.
Sitios estratégicos en donde cada cierto tiempo aparecen hallazgos, fugas, incendios, y todo tipo de tropelías a las que conlleva el robo en ductos: zonas como Cuautepec de Hinojosa, Tlahuelilpan, Tula, Tepeji, Tlaxcoapan, Ixmiquilpan, Huichapan, Nopala, Tepetitlán, incluso la capital Pachuca y Mineral de la Reforma, ni que decir de Tulancingo y sus alrededores.
A ello se suma ya los múltiples informes de inteligencia militar y de seguridad, donde no es necesaria una filtración o hackeo, simplemente está a la vista de todo mundo que hay autoridades que no solo no controlan al “huachicol” sino que se muestran omisas. Un problema que seguirá siendo el dolor de cabeza de toda autoridad en Hidalgo.
Eduardo Gonzáleztwitter: @laloflu
