Vivir esta época sin la alegría que caracterizan las fiestas decembrinas no significa necesariamente que vayamos en contra de lo tradicional dado que también es común relacionarla a nostalgia y muchas veces hasta amargura cuando los recuerdos no son lo agradables que quisieran algunos, es común pues encontrar ese tipo de contrastes.
En la amalgama de sentimientos que se acentúan a la llegada del invierno nuestro es fácil que las emociones se desborden y con ello los excesos se hacen presentes que por sí solos representan riesgos para quienes los asumen.
No por nada es una temporada de accidentes en los que el descuido suele ser característico pero también hay incidentes que hechos a voluntad ocasionan agravios en primera y tercera persona, se trata entonces de no estar atento para no formar parte de las estadísticas.
Es también lamentablemente común que la soledad relativa que muchos sufren sea razón para perder aprecio por la vida. Estadísticamente muchos optan por el suicidio y en un elevado porcentaje logran su objetivo.
Ahora bien, en esta temporada divertirse con un mayor grado de emoción no es precisamente malo, el asunto es buscar un equilibrio con la responsabilidad para no afectar a terceros y de paso protegerse a sí.
La venta de artículos hechos a base de pólvora, lícitamente o no, incrementa también la posibilidad de accidentes lamentables en las semanas previas a la propia celebración de la Navidad y la despedida del año decadente sobretodo cuando no hay un manejo correcto.
El desapego que cada vez en mayor proporción hay hacia las tradiciones que marcan las fechas que vivimos se vuelve fundamental para modificar nuestro comportamiento y recurrir a celebraciones exageradas que poco sentido tienen cuando la vida de por medio.
Vale la pena retomar el motivo real de estas festividades y considerar que todo tipo de alegoría acorde a los tiempos debe ser moderada, es lo que socialmente se ha perdido aunque eso no significa que vuelva en algún momento a acentuarse como antes.
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Hasta la próxima.