Para nadie es un secreto que las direcciones de Protección Civil en cualquier municipio del país requieren más dinero del que, quienes los gobiernan, presupuestan año con año bajo dudosos criterios puesto que en su labor va la vida de sus ciudadanos.
Para empezar son estas dependencias las que menos personal tienen a su disposición a sabiendas que no es lo deseable mientras que en otras de “aviadores” y gente poco útil están llenas otras.
Por si fuera poco a las áreas de Protección Civil les “cuelgan” las corporaciones de bomberos que históricamente y solo en ciertos municipios de México permanecen indeseablemente descuidados, al amparo de patronatos que por más esfuerzo que hacen, suministran de recursos provenientes de la sociedad y de la iniciativa privada que les aportan el dinero que los gobiernos escatiman.
El tema es que para las acciones que desempeñan de manera permanente a lo largo del año y no sólo en temporada de huracanes o invierno, es escaso el dinero y también en el personal que requieren.
Quienes les toca encabezar este esfuerzo tienen una actitud políticamente correcta al no reprochar ese “olvido” a sus autoridades y por el contrario los vanaglorian cuando de todos es sabido que retardan el suministro de recursos que a veces ni llegan.
La disposición de albergues que estén en condiciones para ser empleados en esta época otoño-invernal tiene dos versiones por ejemplo, una que hace referencia a que están abiertos y la otra que habla exactamente de lo contrario, pues la indigencia sigue durmiendo en las calles, en una banca de un parque o frente a un negocio soportando las bajas temperaturas que ya se presentan.
En el manejo de ese doble discurso son los grupos de voluntarios los que tienen que entrar al quite pues la atención a vagabundos y a las familias de quienes permanecen internados a los hospitales públicos se necesita para dotarlos al menos de líquidos calientes que les permita mitigar ese frío, tan similar a la indolencia que caracteriza a algunos funcionarios.
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Hasta la próxima.
