Rindo homenaje a Reyna Haydee Ramírez, una de las reinas del auténtico periodismo nacional.
Vuelven los ataques de Tartufo al Poder Judicial, al INE, al Tribunal Electoral, al Instituto Nacional de Transparencia, al Instituto Federal de Telecomunicaciones, a la Comisión Reguladora de Energía, a la Comisión Federal de Competencia, etcétera.
Sus propósitos son al menos tres:
El primero: refrendar su talante de tiranuelo bravucón, asumiéndose como mandante y no como mandatario. Por ello su obstinación de someter a los poderes Legislativo y Judicial, y tratar de desaparecer a las demás fuentes de autoridad legítimamente establecidas.
No acepta, no tolera disidencia alguna frente a sus caprichos, aunque sean arbitrarios y perniciosos para la República.
No acepta, no tolera la revisión y el control de su desempeño. La división constitucional de poderes le resulta un engendro neoliberal, el cual le impide derramar su gracia y sabiduría (de pastor y soberano) sobre su amado “pueblo bueno”.
Su segundo propósito consiste en ocultar el despilfarro criminal de recursos públicos para mantener pobres a los pobres, pero fieles al votar; y también el derroche de esos dineros para tratar de imponer en la Presidencia a su corcholata pelele.
Como a todo malhechor, le horroriza la transparencia porque le descubre sus fechorías: Ha declarado de “seguridad nacional” las obras según él “prioritarias”, para no informar sobre los costos y sobrecostos multimillonarios de los contratos asignados sin licitaciones, con violación a la ley. De esa manera quiere dejar impunes los enormes desvíos y latrocinios durante su corrupto mandato.
El tercer propósito de su intentona por desaparecer a los órganos autónomos tiene para él una importancia capital: distraer a los opositores y a la población en general durante la presente campaña electoral, tratando de ocultar el desastre de país heredado por su indecente Presidencia.
Pretende tener a los electores discutiendo durante estos meses si desaparecen o no los órganos autónomos, si los jueces son o no electos por el voto popular, y si la Guardia Nacional pasa o no a ser parte del Ejército, mientras él sigue violando la Constitución como jefe de campaña de su corcholata rascuache (en una elección de Estado) y desviando delictivamente los dineros públicos para tratar de entronizarla. El ventrílocuo puso a su marioneta como candidata presidencial porque no quiere soltar la Presidencia.
No obstante, el futuro de México no lo decidirán esas trapacerías sino los 93 millones de electores. El 2 de junio se sabrá si la mayoría de ellos prefirió la sumisión o hizo valer sus derechos y decidió conscientemente su destino.
A esos 93 millones de ciudadanos les reitero mi convocatoria de siempre: que no los impulse el rencor, pero que no los detenga el miedo.