Somos millones quienes queremos establecer en México un gobierno que se sujete a la ley y la haga valer ante los gobernados; que respete y haga respetar a las instituciones republicanas; que propicie la unidad entre los mexicanos; que eleve el nivel educativo y cultural de la población, en vez de envenenarla, dividirla y sojuzgarla; que hable con la verdad y que rinda cuentas. En fin, un gobierno humanista y democrático que merezca el apoyo de la población para enfrentar juntos los dolorosos desafíos en un mundo injusto y enloquecido, y así lograr la justicia y la paz en esta atormentada y decadente nación.
Dígame si es o no decadente un país donde quedan sin castigo el 98 por ciento de los crímenes; en el que se pueden asesinar y desaparecer con total impunidad a más de 200 mil personas en tan sólo cinco años. Dígame si hay o no decadencia en una sociedad si buena parte de ella aplaude babeante y se postra ante un rufián soberbio que afirma públicamente actuar por encima de la ley porque dice tener “autoridad moral”: un parásito que hace con el dinero público y la fuerza de su gobierno lo que se le antoja, atracando con insolente descaro a la Constitución y las leyes.
Aceptemos que no hay patria sin patriotas, ni democracia sin demócratas, ni bien común sin hombres y mujeres comprometidos con su comunidad.
Gran tragedia de nuestro tiempo es padecer gobiernos ineptos y corruptos, empecinados en corromper a la juventud. En el pasado a la mayoría de los jóvenes les atraía lo digno, el deber, el poder y la gloria; ahora, muchos han caído en el hedonismo, la popularidad vacía, el escándalo morboso, la vida sin ideales superiores, y van por lo fácil e inmediato, sin deberes, sin propósito ni mérito.
Movamos la consciencia de los apáticos, convoquemos a las mujeres a que tomen el lugar que les corresponde en la vida nacional; hagamos que renazca en la juventud su vigor para que conquisten su propio destino.
Que no nos arredre la propaganda insidiosa de las encuestas, porque todo se decidirá el 2 de junio, y debemos sobreponernos a esta puerca elección de Estado.
Una semana previa a las elecciones del año 2000, comíamos Don Luis H. Álvarez (presidente nacional del PAN) y yo, con Julio Scherer García, director de la revista Proceso. A media comida me preguntó Scherer:
-¿Quién cree usted que ganará la Presidencia?
Le contesté rápido: “Fox”.
-¿Por qué está usted tan seguro?
Le respondí: “Porque si usted pregunta al que vaya pasando, ¿quién va a ganar? le contestará que el PRI; pero si le pregunta por quién va a votar, le dirá: por Fox”.
La distorsión generada por las encuestas de entonces favorecía al PRI, pero ganó Fox. Si los opositores hacemos nuestro trabajo, que nadie se sorprenda si el próximo 2 de junio, a pesar de las encuestas, gana Xóchitl y gana México.