Belén significa en hebreo Casa del Pan y es una ciudad ubicada al sur de Cisjordania, territorio palestino dentro del Estado de Israel. Se encuentra a unos 9 kilómetros al sur de la Ciudad Santa de Jerusalén.
Es impresionante entrar allí y ver un gueto económico y un cerco militar tal vez necesario por la carga y el odio ideológico y religioso que se vive allí desde hace muchos años.
Cuando vas, la diferencias en infraestructura entre los territorios gobernados por Israel y los administrados por Palestina son impresionantes y notorios.
Recordar para interés del lector que Israel es un Estado de reciente creación (1948); pero si uno ve el mapa en tiempos de Jesús, podrás ver Judea, Galilea y Palestina juntos. Es decir; galileos, palestinos, israelitas e ismaelitas están ocupando los mismos territorios desde hace miles de años.
De hecho Jesús nace en Belén, vive en Nazaret, predica en todos lados y es crucificado a las afueras de Jerusalén.
La primera vez que estuve en ese territorio y me pare fuera de las murallas de Jerusalén o de los muros de Belén me vino la siguiente reflexión que te comparto:
“Dios construye puentes y nosotros murallas”
Donde nació para unos el hijo de Dios, para otros un gran profeta pero para todos el maestro más grande de amor y de conciencia que hayamos visto; allí, en esa tierra donde nació el amor vemos semillas, discursos y sentimientos de división que han dado frutos en muertes, terrorismo, injusticias, asesinatos y sed de venganza. Lamentable pero cierto.
A finales de éste año e inicio del próximo podemos ver muchas, muchas naciones que tocan el concierto del odio con las notas y partituras de la división. La historia se repite.
Así tenemos una Latinoamérica dividida como nunca en luchas de izquierdas y derechas; vemos al Gigante de Norteamérica polarizado como nunca y un mundo tenso a punto de estallar en guerras por lo sucedido en Rusia y Ucrania ó tal vez en China y Taiwán.
México tampoco se salva de la división y en vez de ser enanos cargados en hombros de gigantes, desde hace unos años un personaje social se subió a la silla del palacio para liderar una nación desde la narrativa del odio. ¿Qué frutos generará? Tenemos un gobierno que se impulsa desde el resentimiento histórico y no desde el amor.
Para muestra basta un botón:
Hace poco una comunicadora entrevistó a un político del oficialismo y le preguntó acerca de la reconciliación
entre mexicanos. El político Pablo Gómez contestó que no puede haber reconciliación porque nunca ha habido una relación. Sólo los novios, los amigos y quien ha tenido un vínculo se puede reconciliar.
Para éste enano de visión y chato de horizontes (ideas) es imprescindible sostener el resentimiento. Ya lo diría Julio César desde los tiempos de Roma:
“Divide y vencerás”
Para creyentes y no creyentes el camino a Belén es un regreso a casa, un regreso a la patria donde Yo como persona, donde Yo como individuo y donde Yo como comunidad me puedo encontrar y desarrollar en el marco del respeto y de la libertad.
Por eso le diría a todos los lectores y si pudiera a los líderes políticos tanto de izquierda como de derecha, de México, de Latinoamérica y del mundo:
“Las diferencias en una nación, en una familia en una comunidad, en una empresa nos enriquecen pero son las coincidencias las que nos fortalecen”
¡Son más las coincidencias!
En México y en muchos lados con esos discursos de odio y fascistas nos tenemos que cuidar unos de otros cuando nos deberíamos de cuidar unos a otros.
El camino a Belén es el camino de la Paz donde la Paz es el camino.
El camino de Belén es un camino de reconciliación personal y comunitaria.
El camino a Belén es el camino donde el concierto de las naciones tocan notas de amor, de conciencia, empatía y crecimiento. Debemos reescribir las partituras y narrativas de nuestra vida para que la armonía y la unión resignifiquen nuestros corazones.
Pero para que esto suceda existe una condición y permite que te la explique:
Al llegar al centro de Belén encontraras una plaza y en medio la Basílica de la Natividad, la más antigua del mundo ya que en su muralla estaban dibujados aquellos sabios que siguiendo la estrella vinieron a rendir tributo al Rey de la Paz.
¡Sigamos la estrella de La Paz”
¿Quieres entrar al lugar donde nació Jesús?
Los cristianos para que no entraran de manera irrespetuosa a la Basílica mandaron tapear la entrada para que no entraran los no creyentes con caballos. Por eso es necesario para poder entrar al lugar del nacimiento de a Aquel que dividió la historia en una antes y un después agachar la cabeza. Nadie cabe erguido.
“No hay camino a Belén para los soberbios, para los arrogantes para los que disuenan con las notas de la prepotencia y creen tener toda la razón por encima incluso del amor y de la ética más elemental”.
Que ésta Navidad tengamos la humildad de inclinar la cabeza y reescribir nuestra historia en una antes y un después. Que nuestra historia sea una regreso a casa donde vamos a encontrar el pan del amor y de la verdad en nuestros corazones.
¡Comencemos el camino a Belén!
¡Feliz Navidad.
Diego Cardoso