Hace una semana había indicios, ahora hay una montaña de evidencia.
Al cambio de administración federal antes era común que el presidente saliente, en un gesto de cortesía —pero también por conveniencia y negociación política- emprendiera acciones incluso antipopulares que le beneficiarían a la gestión de su sucesor.
El entrante le pedía al saliente asumir el costo político de esas medidas y a cambio el saliente obtenía la seguridad total de su tranquilidad: no sería investigado ni perseguido.
Así, por ejemplo, algunos mandatarios devaluaban el peso -ahora no se devalúa, porque no hay control en el régimen cambiario, sino que se aprecia o deprecia, porque la cotización se rige por el mercado- para que su sucesor tuviera mayor margen de maniobra financiera.
En otros cambios de gobierno el saliente anunciaba “los gasolinazos”. Otro de los casos más evidentes para el común de los ciudadanos fue la compra del avión presidencial que hizo Felipe Calderón para la administración de Enrique Peña.
Es decir, el que llegaba le pedía al saliente irle alineando el entorno jurídico, administrativo, político o económico al proyecto que ya tenía perfilado para la nueva administración y eso es lógico, el prever a futuro, pero esto ya se acabó, ya no es así.
En esta ocasión -lo platicábamos desde hace una semana- es el “saliente” quien está poniendo las condiciones que él quiere para la administración que le sucederá.
Hace una semana la persona “entrante” decía que se requería hacer una consulta para analizar la conveniencia de reformas de gran calado que propuso el “saliente”. En menos de 24 horas, el “saliente” corrigió la plana y hasta próximos legisladores oficialistas se alinearon a los deseos del que, en teoría, ya se va.
En menos de una semana se ajustó la visión del que llega a la del que se va: la consulta ciudadana, el esperado ejercicio de parlamento abierto para saber qué opina la población se reducirá al levantamiento de encuestas con modos polémicos en este mismo fin de semana.
En apenas dos semanas de la elección tenemos la total certeza de que el que se iba no se irá, sino que plancha la cama y todos los rincones para garantizar su permanencia y cuestionable injerencia.
