Recientemente compartía la reflexión de imaginar las emociones que embargan a las personas que deciden abandonar la tierra en la que nacieron, dejando atrás los recuerdos de aquellos que le significaron las raíces de su vida. En definitiva no debe ser fácil, y mucho menos terso, el girar la mirada y ver sólo un punto lejano de lo que fue y no será más. Debe ser profundamente doloroso, pienso.
Sin embargo, con toda seguridad no siempre fue así, y hago un pequeño ejercicio de imaginación que me traslada a los instantes en los que esas mismas personas celebraron rodeados de los suyos el festejo inevitable de un año más, el nacimiento de un nuevo miembro de la tribu, o la recuperación de una enfermedad, ya que las personas celebramos festejando fechas que nos recuerdan la conmemoración de algo que nos convoca e invoca a sentirnos felices, plenos y eufóricos por celebrar la propia vida, e incluso, la ajena también.
Siempre he creído que la vida está hecha de momentos en los que participan quienes tienen cosas en común, y en las que cada uno pone de su parte para el disfrute de todos. En una fiesta colectiva en la que la esencia principal es la de ser felices, en el sentido y la forma de que cada uno lo defina, pero ser feliz.
Y eso es en lo que quiero compartir con ustedes, amables lectores, en invitarlos a reflexionar sobre la plenitud de los momentos que pasamos en lo cotidiano, en aquellas cosas espectaculares que nos suceden, o en las que parecieran más “insignificantes” y que le ocurren a cada uno de nosotros. Independientemente de las actividades que realicemos, siempre nos ocurren situaciones que contribuyen a darnos el sentido de vida, por ejemplo en el disfrute de la comida que nos conforta el espíritu, en la conversaciones con los nuestros, y los momentos en los que nos sentimos dichosos de sabernos en compañía de los nuestros, con una conversación sincera y la confesión murmurante, cobijada por la frazada de la confianza.
Y de esta forma vamos haciendo, junto a quienes amamos, la historia de nuestra vida, la importancia del legado a quienes nos vienen detrás, sintiendo la importancia de caminar por las calles de siempre, con las personas que siento, y las historias que nos acompañan.
Somos, indudablemente, afortunados de nacer en esta tierra.
