Creo que nunca me había asomado al hermoso Paseo de la Reforma con la motivación de alguna causa; las propias tienen un sentido un poco más modesto, pero buscando siempre resultados a corto plazo, son tantas cosas que deben hacerse en nuestro país que no hay tiempo que perder.
Mi referencia de esta avenida, la más importante de nuestro país, ha respondido a motivos menos espectaculares, digamos que más personales: una reunión de trabajo, alguna comida de evaluación o un encuentro entre amigos, jamás enarbolando temas que lindarán con cuestiones eminentemente políticas.
Pero como todo en la vida, siempre hay una primera vez, y el domingo, para mí, lo fue. De alguna forma decidí asomarme por la ventana y ver por un resquicio otra de las múltiples realidades que tiene esta nuestra patria mexicana. Una de estas es la terrible polarización; el solo hecho de acercar la conversación con una leve expresión disidente, propicia que alguno de los interlocutores, enfrente de manera hilarante cualquier asomo de discrepancia ante el pensamiento único, el que sea, el que lo represente, y entonces ¡fin de la conversación!
Se me ocurre una actitud inicial para atenuar este punto: por ejemplo, sería correcto no insistir en clasificar a “tirios y troyanos”, si al cabo de la cuenta todos somos mexicanos.
Pienso que en las voces diversas expresando sus consignas, obviando aquellas que se componen con un sentido ofensivo, tienen su razón y emoción. Son la voz de aquello que duele, que indigna, que atemoriza e integran la opinión de las personas que ven en el otro la empatía manifiesta por una causa, por la necesidad de sumarse y hablar al poder desde la humildad de ser un “simple ciudadano” que busca, que quiere lo mejor para su familia, y por lo tanto a su país.
El derecho a expresarse es un valor inalienable a las convicciones de quienes nos asumimos como seres libres, autónomos, y a quienes nos duele lo que está pasando.
Es sabido para mí lo importante del significado de la familia, aquella que formamos con amor y convicción de sabernos juntos. Y en esta ocasión reflexiono sobre aquello que ocurre fuera de casa, y que impacta a la familia, que significa nuestra ciudad, nuestro país.
Ello debiera de ocuparnos para atenderlo. Eso hace, también, la familia fuera de casa.