Política

Bombas de racimo

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La cumbre de la OTAN terminó ayer en Vilna, la capital de Lituania, con una manifestación de apoyo a Ucrania. El presidente Joe Biden prometió que no iba a titubear en su compromiso, pero dejó entender que la guerra podría ser muy larga. ¿Es ese el tipo de apoyo que quieren y que merecen los ucranianos?

En la cumbre de la OTAN en Bucarest, en 2008, el presidente George W. Bush afirmó que Ucrania sería parte de la OTAN, pero no dijo cómo ni cuándo. Eso provocó a Rusia, sin dar seguridad a Ucrania. La cumbre de la OTAN en Vilna volvió a decir que Ucrania sería parte de la alianza, sin mostrar el camino. “Entendemos que no podemos ser parte de la OTAN mientras dure la guerra”, había dicho el presidente Volodímir Zelenski. “Pero necesitamos estar seguros de que seremos parte cuando termine”. La cumbre no le dio esa seguridad. La OTAN publicó un comunicado en el que, tras dispensar a Kiev de una serie de trámites para ser parte de la alianza, se limitó a decir que ello ocurriría “cuando lo acuerden los aliados y las condiciones sean cumplidas”. Zelenski no se contuvo: era, dijo, “absurdo”.

La estrategia de Estados Unidos en Ucrania es impedir una victoria de Rusia, pero también evitar una guerra directa con Rusia. Bajo las reglas no escritas de esa guerra, Rusia puede bombardear a Ucrania, pero Ucrania no tiene derecho a bombardear a Rusia. No lo tiene porque no le conviene a Estados Unidos provocar una reacción que la haga víctima de un acto de desesperación de parte de Moscú.

Estados Unidos persigue sus intereses en la guerra, no los intereses de los ucranianos. Nada ilustra mejor esto que el anuncio de Biden de enviar bombas de racimo a Ucrania. Las bombas de racimo, o bombas de fragmentación, tienen un dispositivo que libera, al estallar, una cantidad muy alta de municiones. Estas bombas están prohibidas por la Convención sobre Municiones en Racimo, adoptada en Dublín, Irlanda, en mayo de 2008. La convención, que entró en vigor en 2012, tiene hoy la adhesión de más de 120 países, pero no la de Estados Unidos, Rusia y Ucrania. Están prohibidas por ser armas que tienen efectos indiscriminados, sobre un área muy grande, pero también porque las municiones esparcidas tienen una tasa de fallo muy alta, de entre 5 y 30 por ciento, por lo que pueden quedar enterradas, sin explotar, durante años. Ello las hace peligrosas por mucho tiempo después de la guerra. Rusia las ha usado en Ucrania. Estados Unidos las utilizó masivamente en Laos, donde arrojó más de dos millones de toneladas de bombas de racimo en la década de los setenta. Laos dejó de ser bombardeado hace medio siglo, pero desde entonces han muerto en ese país alrededor de veinte mil personas, niños en su mayoría, por municiones que no estallaron cuando fueron arrojadas.

Las bombas permanecerán activas durante muchas décadas más, y seguirán matando, como lo harán las bombas de racimo que Washington acaba de aprobar para Ucrania, contra la opinión de sus aliados en Europa. Biden dijo que fue una decisión “difícil”. Sin duda. También fue una decisión equivocada. Pero al menos tiene la virtud de mostrar que, en efecto, son sus propios intereses los que persigue en esta guerra, no los intereses de los ucranianos.


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Carlos Tello Díaz
  • Carlos Tello Díaz
  • Narrador, ensayista y cronista. Estudió Filosofía y Letras en el Balliol College de la Universidad de Oxford, y Relaciones Internacionales en el Trinity College de la Universidad de Cambridge. Ha sido investigador y profesor en las universidades de Cambridge (1998), Harvard (2000) y La Sorbona. Obtuvo el Egerton Prize 1979 y la Medalla Alonso de León al Mérito Histórico. Premio Mazatlán de Literatura 2016 por Porfirio Díaz, su vida y su tiempo / Escribe todos los miércoles jueves su columna Carta de viaje
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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