Mañana se cumple un año de los hechos que tienen a Sinaloa, en particular a Culiacán, en una guerra que parece no tiene fin. Son hechos de los que sabemos cosas, pero que, paradójicamente, un año después sabemos muy poco o nada de los porqués y con exactitud de los quiénes.
Baste recordar de cómo en aquel día la fiscalía local informó del asesinato a tiros de Héctor Cuén, ex rector de la universidad pública más grande del estado y diputado federal electo. Lo habían matado, dijeron, en una gasolinera, pero después la FGR asestó un golpe a la fiscalía de Sinaloa, al denunciar que la investigación del homicidio de Cuén estaba plagada de irregularidades.
Las autoridades federales expusieron errores en la necropsia, omisiones en la escena del crimen, inconsistencias en el video del ataque y que se incineró el cuerpo de la víctima antes de que se agotaran las indagatorias. Y, claro, El Mayo dijo que lo había saludado el día que a él —eso cuenta— lo secuestró un Guzmán para entregarlo a Estados Unidos. ¿Sabemos qué sucedió? ¿Quién, cómo, cuándo fue asesinado Cuén? Ha pasado un año.
Los eventos de aquel día desataron en septiembre una guerra terrible entre las dos más poderosas bandas del histórico cártel de Sinaloa.
Llegan y llegan militares, Guardia Nacional, García Harfuch va y viene y la violencia no para. Como publicamos hace unos días en MILENIO, de acuerdo con la Alianza para el Desarrollo y Competitividad de las Empresas, desde hace un año más de 15 mil 700 empleos formales se han perdido y alrededor de 4 mil empresas han cerrado en Sinaloa, la mayoría en Culiacán.
Las cifras que acumula el diario Noroeste lo dicen todo: del 9 de septiembre a la fecha van mil 764 homicidios dolosos (5.6 diarios), mil 767 personas privadas de la libertad (5.6 diarios), 6 mil 269 vehículos robados (19.8 diarios), mil 491 personas detenidas (4.7 diarios), 105 personas abatidas.
El gobierno de México, el anterior y el actual, lleva un año pidiendo explicaciones al gobierno de Estados Unidos. Nada. La Fiscalía General de la República anunció que haría su propia investigación y pues… es la FGR.
El gobernador del estado sigue tranquilo, ganando posiciones políticas, persiguiendo alcaldes incómodos y, eso sí, prometiendo que llegará la paz.
Un año. El peor de los culiacanazos.