Todo iba bien o eso se creía. El proceso de elección del representante del Frente Amplio había caminado con relativa tranquilidad —más allá de un par de quejas de aspirantes perredistas— y el resultado tenía lógica.
Dos mujeres con buenas y diferentes trayectorias políticas llegaban al final de la contienda. Ambas con posibilidades de ganar. Una, preferida del partido de toda la vida, la otra la preferida de la sociedad civil y dos de los partidos. Pero nada estaba escrito, entre otras cosas, por las reglas para definir a la ganadora, esa combinación de votos —y por lo tanto donde estructuras y movilización importan— y encuesta.
Otros aspirantes que habían hecho buenos esfuerzos desde hace meses entendieron los tiempos y decidieron bajarse de buenas maneras y poner sus energías para apoyar a alguna de las candidatas. Bien, pues la cosa iba a bien. Pero, pues las primarias.
No tenemos en el país ninguna tradición de primarias, las pocas que ha habido siempre han salido mal. El país del dedazo. No solo eso, de repente los partidos del Frente Amplio se dieron cuenta de lo complicado que es hacer elecciones y lo bien acostumbrados que nos tiene el Instituto Nacional Electoral a que esas cosas funcionen para todos los ciudadanos.
Eso, concluyeron, no iba a salir bien. Hacer elecciones para millones de mexicanos no son enchiladas.
El primero que lo hizo público, de otra manera pero por la misma razón, fue el líder del PRI, Alejandro Moreno, cuando dijo que la candidata de su partido, Beatriz Paredes, iba abajo en las encuestas y abrió la posibilidad de que declinara antes que el domingo se hiciera el desastre previsto.
Frente a lo dicho por Alito y la incomodidad de Beatriz y hasta de Xóchitl, los tres partidos pidieron a los organizadores que adelantaran dar a conocer el resultado de la encuesta que originalmente solo sería la mitad del ejercicio de primarias.
¿Para qué? Para no hacer nada el domingo y evitar un desastre mayor.
Entre uno y otro desastre… pues no hay buena decisión y sí, terminaron haciendo un poco el ridículo, ni qué decir.
Sé de un lugar donde están un poco contentos, ahí por el Zócalo. La mañanera de hoy va a estar buena.