Ayer, unos 250 activistas de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación realizaron un plantón ante la embajada de Estados Unidos.
Lo medianamente sensato fue imaginar que lo hicieran para reclamar la imposible devolución de Texas o, mucho más lógico, protestar por la reciente ejecución del mexicano Édgar Tamayo, o solicitar una mayor celeridad en la expedición de visas.
Pero no fue así.
Lo que pidieron a la representación estadunidense fue poner un alto a los precios de la canasta básica, a la gasolina y a sus derivados porque, de lo contrario, “si no hay justicia para el pueblo, que no haya paz para el gobierno…”.
¿Gringo? ¡Por supuesto que no!
En su mitin reprocharon también la aprobación de las reformas estructurales, se expresaron por la defensa de las plazas que detentan y advirtieron que continuarán luchando por la abrogación de las modificaciones al artículo tercero de la Constitución (el relativo a la enseñanza pública).
¿Creerán de veras que el “imperialismo yanqui” (como solía decirse en las causas progresistas) les echará la mano?
