Uno de los recursos más atractivos que puede brindar la industria del espectáculo, más allá de todas las artimañas, estrategias y ocurrencias de las que se vale para engatusar al respetable, es aplicar la infalible táctica del me voy, pero, aunque se jure por Dios que mira que no volverán, se perciba en el ambiente un no sé qué que qué sé yo que hace pensar a la banda que siempre habrá oportunidad para el recalentado.
El regreso contra todos los pronósticos, estratagema que al ritmo de ya-se-la-saben, suelen prodigar los amos de la industria. Si la vieja confiable funciona con especímenes de la talla del Conejo malo, el Papito Yankee o la tal Carolina Giraldo, que a finales del año pasado se aventaron la puntada de decir que se van, pero nomás para tomar aliento, descansar o simplemente mandar al averno todo, qué no podría funcionar con artistas de talla mundial que no necesitan probar nada a nadie.
Pienso en la banda Kiss, con cerca de medio siglo pegando alaridos en los estadios del mundo, y que han decidido colgar las botas con plataforma. Un caso similar es el de Phil Collins que le regala su ausencia al mundo, aunque a diferencia de los pintarrajeados que lo hacen porque ha llegado la hora del retiro, el ex integrante de Genesis acude al argumento de salud deteriorada para decir ahí se ven.
El tema viene cuento luego de la más reciente entrega de los Grammy, donde fue posible atestiguar otro episodio de esa vuelta a las andadas. El orgullo de la gran manzana y estandarte de una generación de melómanos que crecieron con su música en los años 70 y 80, Billy Joel, reapareció convencido de que aún podía sonar como antes y hacer canciones para engrosar su leyenda. Ver al del Bronx mamporrear las teclas del piano y enseñar a la concurrencia cómo se hacen las cosas es una lección más de la cultura pop.
Ya en episodios previos los miembros de Eagles habían hecho lo propio, declarando en la grabación del disco Hell Freezes Over que en realidad nunca se habían separado, sólo tomaron unas vacaciones de 14 años. Leonard Cohen se fue de la escena pública y, luego de una etapa monacal, del desfalco ocasionado por su ex representante y viéndose en la necesidad de salir a la calle a echar rocanrol, volvió a hacer las delicias del público que lo esperaba con los brazos abiertos.
Los chamacos de Pink Floyd, que han probado a cuentagotas las implicaciones del regreso, tenían razón cuando cantaban aquello de tomar un paseo celestial a través de su silencio, sabiendo que había llegado el momento de aniquilar el pasado y volver a la vida. Así funciona esto y los dioses del mainstream lo saben perfectamente.