De vez en cuando la historia nos sorprende con personas que estas destinadas a hacer grandes cosas en nuestro mundo, cosas que son vistas con ambigüedad por la humanidad, personas que son amados por unos, odiados por otros, pero que seguramente dejaran una huella imborrable con su accionar.
El 30 de agosto falleció Mijaíl Gorbachov, un hombre reformador en todos los sentidos y un líder político que trascendió con sus acciones durante finales del siglo pasado.
Entre sus grandes logros se encuentran la disolución del pacto de Varsovia, su empuje tremendo en favor del desarme nuclear, de igual forma puso fin a la llamada “guerra fría” y desarrollo importantes reformas para el régimen soviético. A Gorbachov le debemos los términos de Glasnot y Perestroika y además tuvo una enorme influencia en la caída del muro de Berlín.
Merecedor de un premio nobel, sus contribuciones son innegables, sin embargo, la historia aún no es capaz de hacer un objetivo balance de sus logros, en la Rusia, a la que tanto sirvió, es despreciado por muchos, al contrario de lo que sucede en el mundo occidental, donde es aclamado y venerado.
Mientras en Alemania se le recuerda como el hombre que trajo la paz a la nación, en la lejana China es repudiado por ser el hombre que destruyo a la gran nación soviética.
Para nadie es un secreto que la caída de la Unión Soviética continúa calando hondo en el sentir de muchos rusos, en especial en aquellos que son sus contemporáneos y que aún siguen extrañando el poderío de la madre Rusia.
La apertura de este gran país trajo consigo nuevas oportunidades y logro una interacción total con el mundo, sin embargo, también acarreó males como la desigualdad, la pobreza y la desunión.
Una Rusia muy diferente nació después de Gorbachov.
Se dice que la historia nunca ha mostrado gratitud para los gobernantes reformadores, Mijaíl, nacido en el seno de una familia de campesinos en la zona del Cáucaso, es el claro ejemplo de una de esas personas que de vez en cuando se aparecen en el mundo para buscar hacer de él un mejor lugar para vivir, aunque a veces la historia se niega a reconocerlo.
Descanse en Paz.
