La NBA vivió su momento más penoso el 19 de noviembre de 2004 cuando se desató una terrible bronca entre los Pacers y los Pistons en el Palace de Auburn Hills. Una escena terrible en la que Ron Artes, Stephen Jackson, Jermaine O’Neal y Anthony Johnson acabaron intercambiando golpes con los aficionados de Detroit.
Golpes a puño limpio, empujones y sillas volando fueron el marco del final de una de las grandes rivalidades de la década pasada en la Conferencia del Este. Meses antes, los Pacers habían terminado con la mejor marca, pero los Pistons impusieron el juego rudo en la duela para coronarse campeones de la Liga.
Las suspensiones de los cuatro con mayor participación destruyeron las aspiraciones del mejor equipo de Indiana en décadas.
14 años más tarde estamos hablando de suspensiones de nuevo, otra vez en el arranque de la temporada, con súper estrellas involucrados, pero con menores consecuencias. Aquel incidente del 2004 cambió las medidas de seguridad en las arenas y el sábado se logró contener otro potencial bochorno.
De todas formas el intercambio entre Rajon Rondo y Chris Paul destapó imágenes que opacaron el debut en casa de LeBron James en Los Ángeles. Una vez más, los aficionados se involucraron de forma verbal y física. Hasta Floyd Mayweather estaba más emocionado que viendo la repetición de su pelea ante Manny Pacquiao y Anthony Kiedis, vocalista de los Red Hot Chilli Peppers fue expulsado del recinto por involucrarse.
Vaya mes para Kiedis, uno de los más célebres fans del UFC, quien por supuesto, también estaba en primera fila en la trifulca de Khabib Nurmagomedov y Conor McGregor, aunque ahí no se vio involucrado.
En la duela, en el octágono, ring, diamante o cualquier tipo de cancha son imágenes reprobables, el problema es asumir que los deportes de contacto son los únicos susceptibles a la violencia.
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