La campaña negra o guerra sucia son un recurso en los procesos electorales. Es una estrategia La campaña negra o guerra sucia son un recurso en los procesos electorales. Es una estrategia comunicativa que pretende empañar, estigmatizar, desinformar y hasta calumniar al adversario para provocar nuevas tendencias en el voto.
Es una táctica de la comunicación política que se utiliza en casi todos los procesos electorales actuales en el mundo. Está inspirada en la Teoría del Caos cuyo principio se basa en los sistemas dinámicos que plantean que, en una contienda, ciertos cambios y ataques clave impactan en la percepción de los votantes. Pueden tener enorme impacto en el resultado final.
El ejemplo más palpable fue la campaña contra AMLO en 2006, que lo definía como “un peligro para México”, spots masivos minaron la imagen del candidato tabasqueño. El autor de dicha campaña, contratado por empresarios, fue el español Antonio José Solá Reche.
Las campañas negras son parte de la lucha por el poder. Y muchas veces tienen mayor impacto que las campañas convencionales. Sin embargo, su eficacia se basa en el engaño y en la total ausencia de principios políticos. ¿Son válidas las artimañas y trampas para demeritar a candidatos? Además de perturbar la percepción de la realidad, la guerra sucia puede incidir en la subjetividad de la contienda, fortaleciendo la llamada polarización afectiva.
En suma, una campaña negra se define como una estrategia de comunicación política que busca desacreditar o dañar la imagen de un adversario, a través de una cruzada manipulada que propaga un contexto alterno cargado de calumnias y la distorsión de la noción orden social. Si la guerra sucia tiene impacto, el orden adquiere características impredecibles.
En México, en el actual proceso electoral 2024, la guerra sucia mantiene su estatus en la mayor parte de los grandes medios de comunicación social. Hay campañas que surgen sincronizadas entre las televisoras, la radio y decenas de comentaristas que predican realidades distorsionadas.
Una novedad palpable es la irrupción de las redes digitales. El uso de pautados masivos en redes, bots, granjas y utilización de la Inteligencia Artificial (AI) resultan un factor inquietante. Su efecto inmediato es en el electorado joven. Muchas casas de campaña están contratando equipos especializados en este tipo de tecnología. Veremos en los resultados su efecto real.
El traslado de la guerra sucia a las nuevas tecnologías es un hecho. El pragmatismo rebasa los principios éticos que puede tener un costo altísimo, tanto para los candidatos como para la sociedad.