Claudia Sheinbaum se impuso. Finalmente ganó de manera contundente, pero en realidad el que ganó también fue México. Pese al sol y calor inclemente, el nivel de participación ciudadana fue amplio. Incluso resultó sorpresivo el entusiasmo electoral de mexicanos en el extranjero. Los consulados de Texas, Chicago, Nueva York y Madrid se vieron abarrotados. El alto porcentaje de votación llegó más de 61 %. La distancia entre Claudia y Xóchitl es tal que transgrede la narrativa de la elección de Estado, la judicialización del proceso y otorgará una mayor legitimidad a las autoridades públicas que emanan de este proceso.
El México contemporáneo ha optado por la continuidad de la política social de la 4T. Sin embargo, la oposición representa casi 30% y son una parte central del país. Queda claro que los liderazgos turbios de la oposición son un dique que impide su viabilidad. Probablemente, con nuevos actores, dirigentes más frescos con menos pasado de corrupción se operen nuevas rutas. La oposición está obligada a la renovación.
El proceso 2024 fue bien complejo. Los partidos se encargaron de violar todas las leyes electorales. Adelantaron del proceso electoral, no respetaron las acciones afirmativas y se dio el manejo oscuro de recursos económicos. Ante la complacencia de las autoridades electorales, debemos reconocer que fueron permisivos.
Tanto los institutos electorales como los tribunales fueron rebasados. Confirman la necesidad de una reforma electoral a fondo. La reforma de 2014 no solo resulta obsoleta sino es confusa para una competencia leal.
La elección registra mayor conciencia política de la ciudadanía. En un contexto de polarización social, la democracia electoral se convierte en instrumento de lucha por constituir nuevos bloques hegemónicos.
Antonio Gramsci en sus cuadernos de la cárcel establece la teoría de la hegemonía. Dado el alto nivel de conflictividad y polarización, en los últimos años hemos experimentado una nueva configuración conflictiva en lo político y en lo social.
El resultado electoral coloca a los actores y a los partidos políticos en su lugar. También, a los ciudadanos nos permite comprender las nuevas voluntades colectivas. Tanto las visibles como las subterráneas. Se requiere de acuerdos consensuados y nuevas mayorías pactadas.
No ha sido una megaelección sino resalta el mandato por uno de los proyectos en disputa que se ha decantado por la continuidad a través de Claudia con casi 60 por ciento, según el conteo rápido del INE.