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Espionaje telefónico y la guerra justa

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  • Bernardo Barranco

En México se reveló que 15 mil personas fueron espiadas por la administración de Enrique Peña Nieto a través de la aplicación Pegasus. En la lista se encuentran políticos, periodistas, funcionarios y activistas sociales. El software espía Pegasus contaminó los celulares de aquellos actores que el gobierno determinó como objetivos por su relevancia en la vida política y sobre todo los opositores. El tema ha despertado irritación y malestar.

¿Pueden la inteligencia y el espionaje político ser moralmente aceptables? La pregunta parece inadecuada, ya que contraponemos términos opuestos en el imaginario colectivo. Si el espionaje se refiere al secreto y operaciones clandestinas pertenecen a la inmoralidad. Mientras la moral social se refiere al sistema de valores. ¿En qué medida un Estado legítimamente puede desarrollar una estrategia para invadir la vida privada? El Asunto no es sencillo.

En tiempo de guerra el espionaje y la inteligencia son instrumentos estratégicos. En EUA y Europa los gobiernos han creado robustos aparatos para enfrentar el terrorismo. En México y otros países latinoamericanos la justifican para combatir al crimen organizado y el narcotráfico. Pareciera que los servicios de inteligencia constituyen una excepción respecto de la legalidad y la transparencia. Enfrentar el espionaje con la ética, conduce de hecho a una reflexión particularmente espinosa, porque se enfrentan secreto y la transparencia, la moral y la seguridad nacional.

No nos hagamos los desentendidos, Peña anunció desde su campaña utilizar aparatos de inteligencia. El problema es que los usó para espiar a la oposición. ¿Desde la lógica de Estado, es legítimo recopilar y utilizar información confidencial para provecho propio? ¿Es indebida la práctica de las escuchas telefónicas? Abundan las historias conspirativas. El solo seguimiento de la prensa nos brinda un panorama muy amplio de transgresiones que revelan una cultura de violencia de Estado.

El planteamiento ético para los nuevos centuriones parecería simplista e ingenuo en términos de la guerra justa. Su práctica implica el uso justificado de métodos ilegales y no éticos. Tenemos que ser firmes e intransigentes. Considerar el espionaje como ilegal porque es una violación de la soberanía del individuo. ¿Es ético usar información privada para condicionar el comportamiento político de los adversarios?

La moral religiosa ayuda poco, hay también una teología de la guerra justa o guerra legítima. El mayor hito en occidente es la Declaración de los Derechos Humanos de 1948. Es la base que sustenta el régimen de libertades frente a los abusos del Estado.  ¿Y en el Edomex? ¿Hay también pájaros en el alambre? 

Bernardo Barranco 


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