En América Latina hay una larga historia de relación entre los golpes de Estado y el uso de lo religioso como factor de legitimidad. Ante la falta de esta, en los golpes sean militares o legislativos, se acude a Dios como recurso divino que justifica violentar el orden socialmente establecido.
Recordemos Bolivia: Jeanine Áñez, en 2019, dio un golpe de estado invocando la voluntad de Dios. Recordemos la aguda crisis política boliviana, cómo ella sale al balcón con una enorme biblia en sus manos. Trasmitió el regreso de Dios al centro de la gobernabilidad del país; el golpe de Estado encontró su justificación invocando el mandato divino. Los obispos católicos explicaron que no hubo golpe y llamaron a la paz. Los mensajes emblemáticos fueron dirigidos mediáticamente para grandes sectores de la sociedad.
Hubo en Bolivia una articulación de pentecostales fundamentalistas con católicos integristas como Fernando Camacho, el llamado Bolsonaro boliviano, quien hizo exorcismos con ambiguos símbolos pentecostales y católicos. Pregonó “devolver a Dios al Palacio de gobierno” y justificó una lucha teológica, asegurando que la deidad indígena “La Pachamama”, diosa de la Madre Tierra, nunca más regresaría al Palacio porque “Bolivia pertenece a Cristo”.
La ex presidenta interina de Bolivia, que acaba de salir luego de casi 5 años en la cárcel, declaró sin empacho: "Jamás voy a arrepentirme de haber servido a la patria cuando la patria me necesitó", sostuvo en su primera intervención tras dejar el penal de Miraflores.
Hay una larga historia de vínculos en los golpes de Estado en América latina bajo el cobijo de Dios. Bajo la guerra fría los golpes militares en Argentina, Chile y Uruguay se justificaron “para restablecer la civilización occidental y cristiana” frente al asecho del comunismo. En estos países, en los años setentas, sectores de la jerarquía legitimaron las juntas militares y la guerra sucia.
En una modalidad diferente, los golpes parlamentarios y también sectores de la Iglesia católica jugaron un papel decidido en Paraguay, derrocando al obispo Fernando Lugo en 2012.
Los pentecostales no se quedan atrás. La bancada evangélica en Brasil fue determinante en la caída de Dilma Roussef en Brasil en 2016, y el juicio contra Lula. También en el nombre de Dios los evangélicos intentaron dar un golpe de Estado poselectoral, lo que tiene postrado en prisión domiciliaria a Bolsonaro, condenado a 27 años.
Eduardo Verástegui: Dios no debe ser manipulado para tus intereses políticos.