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El diccionario urbano de la coloquial lengua inglesa define el adjetivo Spursy como “Fallar consistente e irremediablemente en cumplir las expectativas”. Y agrega como segunda y tercera acepción: “Dejar ir puntos cruciales en partidos que merecían ganarse / Tener complejo de grandeza y vivir engañado, para al final arruinarlo todo una, y otra, y otra, y otra vez”.

¿Buscas respuestas sinceras de un futbolista? Entrevístale en un idioma en que se exprese rudimentariamente. Y de preferencia, hazlo recién acabado un partido. Hablará entonces con el corazón más que con el filtro que impone la cabeza. Nunca nadie en la historia del futbol fue más cruelmente franco que Giorgio Chiellini, aun a pie de campo, finalizada la eliminatoria en que una Juventus a la que le pasaron por encima, eliminó quién sabe cómo al Tottenham Hotspur de la Champions League:

“Yeah... uhm... but Tottenham... is the history of the Tottenham. They always create many chance and scores so much, but at the end they miss always something to arrive at the end. We believe in the history”.

Pero Tottenham Hotspur no está resignado a convivir para siempre con su estigma. Se ha rebelado a su destino. Ha ganado partidos grandes en Inglaterra, ha eliminado de manera legendaria al Manchester City de la Champions y luego, remontado de modo inaudito al Ajax. Tras quedar 22 temporadas seguidas debajo del Arsenal, por fin se ha quitado el yugo de quienes celebraron ininterrumpidamente durante un cuarto de siglo el St Totteringham’s Day, ese día marcado en el calendario de los aficionados del Arsenal, en que aseguraban matemáticamente finalizar por encima de los Spurs.

Es un club que lo hace todo bien, de acuerdo con el manual. No gasta a lo loco. No permite que le desmantelen. Apuesta por los jóvenes. Y compite con su propia generación de ingresos, no como el resto que mama del pecho de oligarcas norteamericanos, rusos o asiáticos.

El problema es que, a pesar de todo lo conseguido, sus rivales no le temen, ni siquiera le respetan. De hecho, parecen crecerse gracias a la historia de descalabros del equipo inglés. El martes, Tottenham hizo un gran partido en el primer tiempo. En el segundo, perdió varios balones en zona comprometida y el Bayern no falló una ocasión de gol. ¡Ni una sola! Sabían, como reconoció Chiellini, lo que implica ser tan spursy. Y tras ser arrasados por los ingleses, nomás apretaron y les clavaron siete.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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