Se cumple un mes de la embestida meteorológica que cobró 22 vidas en la Sierra Norte de Puebla. Esta tragedia desnudó la fragilidad de la región; y el ángulo más doloroso es que las muertes y la destrucción de la infraestructura civil, educativa y carretera son, en gran medida, la factura de décadas de abandono ambiental.
La tala clandestina, el crecimiento desordenado y una reforestación mal planificada intensificaron la catástrofe. La naturaleza no fue la única responsable; la mano del hombre preparó el escenario. La Sierra Norte fue y ha sido sistemáticamente debilitada.
La investigación de mi compañero David Meléndez publicada hoy en la Multiplataforma de MILENIO confirma la gravedad: la pérdida de recursos forestales disminuyó la capacidad para absorber y filtrar el agua. Los árboles, anclajes naturales contra los deslaves, han desaparecido por el hacha ilegal y la indiferencia. El experto Francisco Javier Sánchez, de la Upaep, es claro: no hay forma de contener las lluvias.
Hablamos de una pérdida de hasta el 3.2% de recursos verdes, cifra que se traduce directamente en erosión y tragedias. Esto va más allá de lo ecológico; es un problema de gobernanza. La tala ilegal prospera ante la ausencia de una estrategia forestal seria y la débil aplicación de la ley.
La respuesta de las autoridades ha sido ineficiente. Las campañas de reforestación a gran escala tienen una ridícula tasa de supervivencia, apenas de 2 por ciento, un dispendio de recursos. La solución requiere un enfoque pequeño, consciente y que involucre a las comunidades en el cuidado de los nuevos árboles.
En el plano urbano, Melissa Schumacher, académica de la UDLAP, pone el dedo en la llaga. Los asentamientos en cerros y zonas de alto riesgo tienen consecuencias inadmisibles, como las vistas hace un mes.
La tragedia de la Sierra Norte es un espejo que refleja cómo las decisiones de hoy impactarán la seguridad de los poblanos del mañana. Es hora de pasar de la conmiseración a las acciones contundentes.
La vida de los serranos no puede seguir hipotecada por la miopía política y la complicidad con quienes depredan nuestros bosques. El verdadero reto es, sí, reconstruir y reactivar la economía, pero también regenerar la voluntad política para proteger el futuro verde.