Darle a la gente un arma para defenderse de los políticos y protegerse así de un mal gobierno. No, la idea no es mala. Un arma para usar una sola vez, fulminante, que nos saque de las verdades a medias, de las mentiras completas, de la realidad maltrecha, de la aridez de resultados y la oscuridad de destino. Con la que corrijamos la decisión equivocada y comencemos de nuevo. No, en verdad, no está mal. La duda y la desconfianza empieza cuando no entregan a la gente la bala de plata, sino que el político se la guarda en el bolsillo. A cada paso la saca para admirar su brillo: la acaricia, le cubre de vaho, la pule. Esta, esta es mi bala, mi hermosa bala de plata, esta es la buena, pónganme en la mira. ¿Cómo creer en un desvarío tan grande? De la misma manera en que no sería digno de confianza el vampiro que anduviera por el mundo cargando su propia estaca de madera y dedicara el día entero a promoverla. Úsala, úsala… úsala en contra mía. Eso es lo que pasa con la revocación del mandato, por eso a muy pocos interesa. Los que están de acuerdo con el Presidente no la necesitan y los que no lo están, no creen en ella.
Nació torcida. Corrompieron la bala, corrompieron la estaca. Corrompieron la revocación. Revocaron la revocación desde el principio. Por ello se le perdió la confianza. Lo curioso es que no lo entienden. Los que ansiaban la revocación, los que estaban dispuestos a usarla contra este gobierno, sospechan, intuyen el engaño y desconfían. Y lo peor, cuanto más se promueve: usa la estaca, prueba lo afilado de sus astillas, comprueba cómo corta la epidermis que la mira; menos creíble resulta. Lo cual no deja de ser una paradoja sobre otra paradoja y otra más, que de tanto torcer la lógica, termina por convertirse en disparate.
Empezó como una iniciativa del partido en el poder. Hasta ahí, podría funcionar. Con el interés de dejar un instrumento de salvaguarda para el electorado. Muy bien. A partir de ahí es que se tuerce. Al darse cuenta que lo que quedó redactado en la Constitución es la revocación de mandato: si perdiste la confianza, te vas; se asustaron. ¿Y si perdemos a nuestro amado Presidente? Mejor que sea ratificación. Que se quede, que se quede. Como si dijéramos: Mira, una bala de plata que cuando la sueltas se deshace en confeti.
¿Cómo fiarse de algo así? Para colmo, la insistencia y el enojo del Presidente tampoco ayuda. Suma a la desconfianza de los que dudan e intranquiliza a los que están a favor, los cuales entienden que tampoco necesitarían ir, pero que no quieren hacer enojar al Presidente.
Una costosa comedia inútil, en donde el INE promueve con spots llenos de alegría la destitución de un Presidente, mientras el dirigente de Morena, también sonriente, amenaza para que voten o le quitan las vacunas y los apoyos a la gente. Un círculo demencial dentro del cual, mientras más la promocionan unos, menos le creen los otros y como los que no le creen no quieren ir, más la promocionan los primeros.
No, esta no es una revocación. Esta es una ratificación, no solo de la popularidad del Presidente, sino también de que la política en México está llena de tramposos dispuestos a corromper hasta las leyes que ellos mismos escriben e inauguran.
@olabuenaga