Y, como le decía la semana pasada, imagen y palabra son las dos palancas fundamentales de la comunicación, pero que quede claro: ninguna imagen vale más que mil palabras; en primer lugar, porque las palabras tienen el don de nombrar. Nombran …casa…mujer…triste… y al nombrar, no solo construyen esa imagen, crean ese pedazo del mundo. “Solo hay mundo donde hay lenguaje” decía Heidegger y sí, si lo nombramos, existe. Así de poderosas son las palabras. Piense por un instante en la palabra con la que empieza este texto. Y, empieza con una y. No existe una palabra más pequeña en nuestro lenguaje. Ahora imagine que la abandonara al final de una frase como esta: Termina este maldito 2020, la pandemia continúa mientras nuestros gobernantes siguen hablando y… Imagine quedarnos colgados de esa “y”. ¿Siente el peso?, ¿todo de lo que es capaz esa pequeña palabra? En ella cabe su angustia, la mía y la del mundo entero. Así de grandes son las palabras y estas son las que hicieron historia en nuestro 2020.
Pandemia. Sin duda la palabra que nos arrebató el mundo y hasta la lengua. Los grandes diccionarios reportan que el uso de la palabra pandemia se incrementó 57 mil por ciento. Y al hacerlo, la palabra creó su propia idioma, el idioma pandémico. En él se define una nueva normalidad, quédate en casa, covid, coronavirus, cuarentena, confinamiento, zoom, sana distancia, carga viral, cubrebocas, inmunidad de rebaño, asintomático, aplanar la curva, letalidad, mortalidad… claro, sin jamás olvidar Wuhan, murciélago, sopa y positivo. Positivo, que de haber estado en las buenas y en las malas con nosotros, salió de un exudado nasofaríngeo para ponerse del lado del virus. Miedo. Fue tan voluminoso el nuevo léxico que los diccionarios tuvieron que actualizarse dos veces en el año y Oxford Languages, famoso por haber hecho “selfie” la palabra del año 2013 y “posverdad” la de 2016, se declaró incapaz de escoger una para 2020.
En Rusia eligieron “self-isolation”, como si fuera una decisión propia y no del virus; por el contrario, Australia, para disfrazar la fragilidad y no tener que decir “isolation” se quedó con un pedacito y solo dice “iso”. El kanji del año es “mitsuhisoka”, que habla de evitar los lugares concurridos al tiempo de acercarse a la gente querida. Y aunque se lo imagina, le cuento, el emoji del año es la carita con los ojos llenos de lágrimas.
En México, ya lo sabe usted, las cosas siempre son más complicadas, nos gusta el eufemismo y somos buenos para el doble sentido. Pudimos haber escogido “aplanar la curva”, pero hemos vivido la pandemia en un eterno “pico”. Haber elegido un “detente”, pero de nada hubiera servido porque nos dijeron que “había que abrazarse, que no pasaba nada”. “Catástrofe” se quedaría corta, eso fue al llegar a 60 mil y ya vamos en 120 mil muertos. Una pandemia que nos cayó “como anillo al dedo” podría ser la frase, si no fuera porque la multicitada “ya vamos saliendo” le hace dura competencia.
¿Le dije cuál es la palabra más larga en castellano? Electroencefalografista. Yo sé que las palabras envuelven y enamoran, pero no hay que olvidar que también hacen daño y engañan. La frase del año es: “México es un ejemplo al mundo en el manejo del covid”. Y si lo duda, ahí le dejo al electroencefalografista.
@olabuenaga