El presidente Joe Biden tomó las riendas del poder a finales de enero con un empuje digno de las emergencias sanitaria y socioeconómica, así como con un notable cambio de forma y fondo en sus políticas públicas. Su meta principal es sanar al país con una campaña de vacunación masiva y bajar los niveles de fricción social. También hay que sanar las relaciones internacionales en varios frentes. Y en ese sentido, ¿qué podemos esperar de la relación con México?
El gobierno de Biden buscará asegurar que los acuerdos del T-MEC se cumplan, crear estrategias para abatir el cambio climático y buscar soluciones a la situación de los refugiados en la frontera con México.
En cuanto a estilo entre AMLO y Donald Trump, la relación será muy diferente. Biden no tendrá un papel tan protagónico en la relación con México: zapatero a tus zapatos. Los profesionales del equipo Biden-Harris entienden bien las sensibilidades de su vecino del sur y saben que es necesario transitar hacia una mayor cooperación en varios frentes. Buscar soluciones de fondo en Centroamérica, por ejemplo, es una prioridad y EU espera contar con la participación activa de México.
La tensión con China seguirá a causa de la competencia económica y las distintas visiones políticas de los dos países. Para México, esto no es necesariamente una mala noticia, dado que el deseo de EU de tener la producción industrial más cerca a casa puede atraer mayor inversión. De hecho, a finales de febrero Biden pidió una revisión de las cadenas de suministro en los sectores automotriz, semiconductores y farmacéuticos para blindar mejor al país ante situaciones de emergencia. Lo que puede señalar políticas proteccionistas eventualmente, como socio comercial clave México está muy bien ubicado para ser una excelente alternativa de Asia.
Por su parte, las señales del gobierno de México no han sido muy alentadoras en cuanto a su deseo de construir una relación ambiciosa. La agenda de Biden es mucho más progresista que la de AMLO y el ejemplo más obvio es su visión de una rápida transición hacia energías limpias. El primer encuentro virtual de sustancia entre ambos gobiernos el 1 de marzo salió sin tropiezos obvios y ofreció un poco de esperanza; el anuncio de la reiniciación de los diálogos económicos de alto nivel es un ejemplo. Dicho eso, si se comparan las coincidencias que hay entre los gobiernos de EU y Canadá, sin duda las políticas de México hasta la fecha lo sitúan como el socio anticuado que mira más hacia atrás.
En lo personal, describo la actitud del gobierno de AMLO hacia EU como cordialmente hostil. El mensaje entre dientes es: te veo más como amenaza que como socio y tu opinión no es bienvenida. Es importante que Washington no reaccione ante los desaires dado que eso es justamente lo que el gobierno mexicano busca para luego jugar el papel de víctima (“tan lejos de Dios...”). Sería mejor fingir demencia y evitar un enfrentamiento público para poder cooperar en lo esencial.
Ante un panorama así, es imprescindible la activa participación del sector privado y la sociedad civil en aportar y llevar a cabo una agenda de cooperación fructífera. De hecho, buscar innovación y nuevas ideas para fomentar una mayor prosperidad será esencial.
La relación México-EU no es de dos gobiernos, sino de dos sociedades, de familias y de espacios compartidos a lo largo de siglos. Sería lamentable que una relación tan importante no fuera fuente de progreso para todos los norteamericanos (mexicanos, estadunidenses y canadienses).
* Fundadora de Agil(e)
@chilangagringa