Que si Claudia, que si Clara, que si Xóchitl, que si Samuel, que si… ¡Alto! ¡Basta! ¡Deténgase! ¿No se da cuenta de lo que está pasando?
Estamos viviendo este período de precampañas como si viviéramos en 2017. ¡No! ¡No! ¡Y mil veces no!
Aunque los asesores estén muy contentos por todo el dinero que se meten. Aunque las casas productoras finjan demencia.
Lo que usted, millones de personas y yo estamos viviendo en la radio, la televisión y las redes sociales es un error que tarde o temprano le va a pasar factura a la democracia.
Y sí, no soy tonto. Entiendo que es algo así como una maldición porque, ni modo, está en las leyes.
Pero en algún punto tiene que entrar la cordura y, si queremos que esto no colapse, tendrán que venir cambios muy severos precisamente desde las leyes.
Le explico: por mil y un razones, desde hace años, se creó una suerte de calendario electoral que garantizara un proceso sano, completo y maduro dividido, entre muchas otras cuestiones, en precampañas, campañas, debates y hasta períodos de silencio.
La historia nos enseñó que esta dinámica para lo único que servía era para complicarlo todo y trivializar las elecciones además de que, como en todo buen calendario de trabajo, aquello, a fuerza de repetirse, se convirtió en rutina, en obligación, en “hay que hacerlo porque no nos queda de otra”.
Y usted lo puede sentir cuando está frente a su dispositivo favorito: hay unos “spots” tan, tan, pero tan falsos, tan actuados, tan patéticos, que hasta se nota la incomodidad en la mirada de los políticos que los protagonizan.
Hoy el mundo es mucho muy diferente a cuando se planteó esa estrategia. El consumo de medios, también. Y ni hablemos de la lectura crítica de las audiencias porque entonces sí no vamos a acabar jamás.
¿A dónde quiero llegar? A que es un horror lo que estamos viendo y escuchando con tantísimas precandidatas y tantísimos precandidatos.
Apenas llevamos unos cuantos días desde que esto comenzó y ya estamos saturados. La experiencia mediática y digital se ha convertido en un infierno. ¡Pobres “ratings”!
No hay manera de escuchar la radio, de ver la televisión o de navegar por una red y de no escapar de estos mensajes.
Exponerse a ellos una vez, algunas veces, no está mal. Pero hacerlo como lo estamos haciendo es asfixiante, desesperante y, lo más triste, no sirve para nada.
Ni modo que la gran familia mexicana vea a tal señora o a tal señor en la tele y exclame a coro: “¡Oh, sí! ¡La quiero de candidata por ese partido! ¡Lo quiero de candidato!”
Pensar eso es ridículo, anticuado. Es subestimar al electorado. Es una falta de respeto y más porque todavía faltan las campañas de verdad.
Desde hoy se lo digo: vayan a ser como vayan a ser las elecciones de 2024, vamos a llegar hartos, enojados, con el odio en la boleta y todo por ésta y por muchas otras equivocaciones dizque democráticas.
Y digo dizque democráticas porque a estas alturas del partido no me sorprendería que detrás de estas ideas haya habido más corrupción que un genuino interés por darle al electorado las mejores herramientas para ejercer su voto.
¿Cuál es el problema de tener hoy, en 2023, un período de precampañas como los que tuvimos en el pasado?
Que millones de personas acaban perdiendo la fe, concluyendo que todas y que todos los políticos son iguales y, lo más delicado, que da lo mismo si votamos o no votamos, quien gane lo va a hacer mal. Siempre vamos a estar mal.
Por favor fíjese en lo delicado de esto. Por un lado, es una invitación a no votar. Exactamente todo lo contrario de lo que se supone quiere el INE.
Y, por el otro, es un viaje a la depresión colectiva: gane quien gane, insisto, todos perdemos. ¿Así o peor?
¡Pues qué cree! Sí, se pone peor y la razón es increíblemente escandalosa: la inteligencia artificial.
Por andar perdiendo el tiempo alimentando esquemas mediáticos del pasado, nadie está atendiendo esto que es el peligro de peligros.
¿Sabe usted todo el daño electoral que se puede hacer con esta herramienta? ¿Ya se puso a pensar en el impacto que van a tener (y que ya están teniendo) los algoritmos en las próximas elecciones?
¡Qué “bonitos” sus “spots”! ¡Qué “desgarradores” sus discursos! ¡Qué “simpáticas” sus ocurrencias, señoras precandidatas y señores precandidatos!
¡Pero qué creen! De nada les van a servir si a la hora de la información la ciudadanía va a vivir desinformada, asustada y ansiosa.
¡Así no se puede votar! ¡Así no se puede hablar de que vivimos en una democracia!
Estamos en manos de entidades tan superiores que la tristemente célebre caída del sistema del proceso electoral de 1988 podría ser nada en comparación con lo que podría suceder, gracias a esto, en 2024.
Yo, como siempre, voy a hacer mi trabajo como crítico y, en la medida de lo posible, voy a comenzar a analizar “spots” pero, honestamente, por más que me esmere, eso va a servir de muy poco cuando el verdadero conflicto de lo que viene está en otra parte. ¿O usted qué opina?