Qué cosa tan más vergonzosa lo que sucedió en Nuevo León con la detención de Jaime Rodríguez “El Bronco”.
¿Por qué? Porque Samuel García y su equipo lo hicieron tan mal que la nota terminó por volverse un peligro político para el futuro inmediato de la nación.
Le explico: de un tiempo a la fecha muchas mexicanas y muchos mexicanos acabamos decepcionados de nuestros gobernantes comenzando por el Presidente.
Como antes no existía la revocación de mandato, nuestra máxima fantasía era ver a estos personajes tras las rejas, verlos pagar, sufrir en una muy rabiosa combinación de venganza y justicia.
Pero nuestros políticos no son tontos, saben que los odiamos y han utilizado esto a su favor.
¿Cómo? Con promesas de campaña como: “juro que meteré en la cárcel a este fulano porque es un ratero maldito de lo peor”.
Eso es música para los oídos de cualquier persona.
Por si esto no fuera suficiente, Andrés Manuel López Obrador, famoso por cumplir sus promesas de campaña, contaminó el tema consultándole a la ciudadanía si siempre sí iba a querer que se hiciera “justicia” con el tema de los expresidentes.
Para no hacerle el cuento largo, en Nuevo León, como son muy avanzados, los gobernadores aman meterse y sacarse de la cárcel en una suerte de juego donde le dicen a la población: “vean, sí cumplimos”, pero al mismo tiempo: “no pasa nada”.
Samuel García, fiel a esta tradición, tenía que encarcelar a “El Bronco”, pero como el señor es particularmente mediático y viral, no se aguantó las ganas de hacerlo a lo bestia.
Y lo que pudo haber sido su consolidación se terminó por convertir en una “bronca”.
De entrada, esto, lejos de mandarle a la ciudadanía un mensaje de justicia, le dijo: “¡Mesa! ¡Mesa que más aplauda! ¡Mesa que más aplauda le mando, le mando, le mando la niña!”
¿Qué quiero decir con esto? Que las mujeres y los hombres de Nuevo León no se tragaron el cuento. Esto nació siendo un “show”, un mal “show”.
Hubiera contratado a un productor de montajes, a un asesor de verdad o algo así porque no había manera de ver aquello y de no ahogarse de la risa.
Me da mucha pena tener que decirlo, pero detención que da más risa que alivio, detención que no funciona.
Pero espérese, se pone peor: si la idea era perjudicar a AMLO por aquello de su consulta o de la revocación de mandato, con la pena, la Cuarta Transformación salió fortalecida porque al menos sus creadores de contenidos supieron hacerlo con un poquito más de dignidad.
¿Cuál es la nota? ¿Cuál es el peligro político? Que gracias a Samuel García, su equipo y sus estrategias de comunicación ya aprendimos que el recurso de “juro que meteré en la cárcel a este fulano porque es un ratero maldito de lo peor” no sirve para nada.
¡De por sí veníamos de encarcelamientos rarísimos, más parecidos a venganzas políticas que a un tema de verdad, y luego esto!
¿Cuál es la bronca del “Bronco”? Que ya no vamos a creer ni en esas promesas de campaña, ni en los encarcelamientos ni en esos trucos publicitarios. ¿En qué vamos a creer ahora?
¿Cómo le vamos a hacer para aspirar a algo parecido a la justicia cuando se trata de los políticos? ¿Cómo le vamos a hacer para vengarnos de los malos gobernantes? Revocación de mandato. Una vez más, gana AMLO.
alvaro.cueva@milenio.com