Cuando en marzo de 2020 el Presidente desestimó la epidemia y calculó que para dos meses después habría acabado, Hugo López-Gatell, ya designado a cargo de la estrategia contra el coronavirus, se levantó de su silla y con una sonrisa nerviosa osó corregir a su jefe, aclarando que el contagio iba para largo. Fue la única vez que se atrevió.
Meses después el doctor esgrimió la tontería de la protección moral del mandatario, para justificar su necedad de resistirse al cubrebocas, y le siguió una larga temporada, hasta la fecha, de malabares y saltos mortales para tratar de explicar lo inexplicable, que le redituaron mantenerse en el cargo, con superpoderes con la anexión de la Cofepris a su subsecretaría, y cinco defensas públicas desde la mañanera frente a críticas opositoras.
Marcelo Ebrard, en cambio, ha sido lanzado a transitar por la cuerda floja. Sin mencionar el colapso en la Línea 12 del Metro, fue considerado claramente plan B de la baraja de “corcholatas”, como llamó el Presidente a sus eventuales sucesores, mencionado en segundo lugar un par de veces, y ha debido lidiar con la cercanía y el activismo de Claudia Sheinbaum, la favorita de Palacio, quien no deja pasar oportunidad para convalidar cada frase del mandatario. Más que vocera es su repetidora.
Sin embargo, a últimas fechas el trabajo se ha complicado para el canciller, pues López Obrador ha tomado en sus manos las relaciones internacionales, no se puede decir que “la diplomacia”, y no deja de abrir flancos de batalla, sea con Estados Unidos, con el que un día está bien y otro mal, sea con la OEA, con China, con Panamá o con España.
Ebrard se subió al ring con el uruguayo Luis Almagro, pero ha sido omiso en los golpes de su jefe a China por el tema comercial, en el pleito por la fallida designación de Pedro Salmerón como embajador y ahora con la “pausa” por los tres sexenios de “saqueo” que imputa a los gobiernos de España. Anteayer, mientras los morenos hacían piruetas para definir la palabra “pausa”, el canciller de plano declinó opinar. Es su hora de definición: emular a López-Gatell y Sheinbaum, convalidar todo y resistir el temporal, o andar a las escondidas para evitar los temas incómodos. Qué difícil chamba.
Alfredo C. Villeda
@acvilleda