En algún momento del mandato de Andrés Manuel López Obrador tuve una charla con un mando militar en la Secretaría de la Defensa. Un café en su oficina. Le platiqué de mi padre, que fue soldado toda su vida y trabajó para los generales De la Torre y Mota Sánchez, además de pasar algún tiempo en Los Pinos en el sexenio de Miguel de la Madrid.
Él me platicó sobre Michoacán y Jalisco, las campañas contra el narcotráfico y después pasamos al tema de la seguridad del entonces presidente. Le planteé mi suspicacia sobre la famosa protección de la Ayudantía y las Gacelas. Le puse sobre la mesa que eso de la guardia pretoriana femenina no era una novedad, pues el libio Muamar el Gadafi ya la había usado, pero con el detalle de que todas eran expertas en armas y artes marciales.
Bueno, me comentó, palabras más, palabras menos: eso de que solo lo cuida la Ayudantía o las chicas es un discurso para la tribuna, es parte de su estrategia de comunicación hacia afuera. Aunque el Estado Mayor haya desaparecido en la papelería, en el organigrama y en el presupuesto, usted puede estar seguro de que hay tres anillos de militares vestidos de civil y perfectamente camuflados a su alrededor, porque esa parte no se puede descuidar jamás.
Ya se sabe que no hay garantías absolutas en la materia, pues basta con que un hombre esté dispuesto a sacrificarse para vulnerar el mejor dispositivo de seguridad. La tradición viene de la antigüedad, tanta como los años 300 antes de Cristo, cuando a Filipo II, monarca macedonio, lo mató con su espada un guardaespaldas, Pausanias. Y es tan actual como el homicidio del alcalde de Uruapan a manos de un chico de 17 años, abatido ahí mismo.
Acaso el Servicio Secreto de EU no sea el mejor ejemplo de protección después del episodio de Pensilvania, donde una bala rozó a Donald Trump, pero sus protocolos de seguridad empiezan con revisiones antes de que se consume la presencia física de los agentes y del propio personaje. Me pregunto si esos famosos tres círculos de militares que cuidaban a AMLO están vigentes hoy para la salvaguarda de Claudia Sheinbaum. Porque es obvio que la Ayudantía civil no sirve más que para cargar el portafolio, recibir recaditos y tomar selfis.
