Lisi Niesner es una corresponsal de guerra que colabora con Reuters en medio de la invasión rusa a Ucrania. Emplazada en la sufrida región de Donetsk, ha logrado una instantánea estupenda: un monumento con la estatua de Máximo Gorki ha sido alcanzado por la sinrazón de las armas y el célebre autor ruso ha perdido la cabeza.
Ya muchos lo señalaron de perder la cabeza en vida, cuando fue un entusiasta detractor de los zares, varias veces encarcelado y exiliado en la bellísima isla de Capri, de la que volvió solo para meterse en líos con los bolcheviques y su amigo Lenin, teniendo que huir de vuelta a Italia. En sus días finales regresó del destierro obligado y fue encerrado de nuevo, pese a su cercanía con Stalin, quien por si las moscas le rindió honores al autor a su muerte en 1936.
De una u otra forma los escritores acaban en medio de estos episodios. En una obra de teatro excepcional, Los combustibles, Amélie Nothomb cuenta la historia de un profesor, un pupilo y la amiga del joven atrapados en la casa del primero en medio de un bombardeo invernal, que mucho apunta a coincidir con la Segunda Guerra Mundial.
Cuando la energía está cortada y se acaba el material inflamable, solo queda la biblioteca. Entonces comienza un debate entre los tres, con los argumentos más inverosímiles, sobre qué libros deben quedar a salvo del fuego. Cuando entrevisté a la autora hace unas semanas, consultada sobre qué decisión tomaría en una situación semejante, ella me decía que se quedaría con El Quijote, Rojo y negro, El retrato de Dorian Gray, El pabellón de oro y Memorias de Adriano.
Una hoguera de autores de la que solo estarían a salvo Cervantes, Stendhal, Wilde, Mishima y Yourcenar nos habla de la injusticia que resulta la guerra también con los escritores, aun tratándose de la opinión de la narradora belga sobre una obra de ficción, o en el bronce ultrajado de un escultor incógnito en honor a Gorki, cuya gloria lo acercó a un tiempo a Tólstoi y a Chéjov. Creo que era en la secundaria pública en la que se nos pedía leer La madre.
Gorki, estos días, ha pasado a la lista de bajas de guerra de la invasión rusa a Ucrania: la imagen de Niesner, destacada fotógrafa austriaca, nos lo ha develado y merece un premio.
Alfredo Campos Villeda
@acvilleda