La estrategia de Donald Trump, no la republicana, corre sobre un riel básico: ya pegó una vez, cuando enfrentó a Hillary Clinton, y falló en otra, cuando los demócratas decidieron frenar su experimentación con perfiles poco ortodoxos para la política gringa (un negro, una mujer) y mandaron a Joe Biden, un blanco, senador y proarmamentista. No ha cambiado mayor cosa el plan. Acaso el magnate sea más ácido ahora que en 2018, más cínico por eludir la ley, pese a los cargos que aún pesan en su contra sin sentencia, y esté envalentonado por el ataque de la semana pasada.
El discurso tiene variantes mínimas porque le habla al mismo electorado, a ese que le dio el triunfo ya una vez, y a los que hoy ven desencantados, sin filia demócrata, a un presidente afectado de sus facultades cognitivas y prefieren la opción contraria sin ponderar los evidentes trastornos de su rival. Por eso hoy hinca el diente sobre el tema migratorio y la tontería del muro, que promete continuar y terminar. Es sencillamente una estupidez proyectar una barda sobre la inmensa frontera. Es imposible.
Pero es lo que quiere oír un núcleo de población ario, y una parte no aria, por cierto, que cree que todo el trabajo base se hace solo, porque para ellos los migrantes son invisibles. Es la gente que no ve a la fuerza laboral que cosecha y siembra, que repara techos, que limpia casas, que poda jardines, que maneja taxis, que cocina en restaurantes. La población que tiene la certeza de que cada delito es responsabilidad de un extranjero con estancia ilegal, pese a la prueba irrefutable de que el único sospechoso de disparar contra Trump, por ejemplo, era un ciudadano caucásico natural de EU.
Curiosa ironía la del atentado, valga anotarlo, cometido con un arma de fuego cuya posesión defiende el candidato republicano, uno de los principales donantes de la poderosa Asociación del Rifle. A mayor cantidad de episodios de tiroteos contra población civil en Estados Unidos, mayor es el apoyo a la portación de armas, lo que demuestra no solo la fallida política para el control, sino el inmenso poder de aquella organización promotora de políticos como Donald Trump.