Supongo que ya todxs vimos o nos enteramos del video de la golpiza al asaltante de la combi del Edomex. Y supongo que muchxs también hemos visto esos otros videos en los que se consuma el asalto y lxs pasajerxs se quedan como si nada, como si no hubieran estado frente a una posible pistola o una navaja o un cuchillo de cocina. Recuerdo un video en el que, tras el asalto, un chico vuelve a dormirse.
Y eso representa, en todo caso, lo normal: que no pase nada, que el malvado triunfe y nosotrxs volvamos a nuestras vidas: que carguemos celulares especiales para ser robados, una mochila o bolsa escondida bajo el asiento y otra –falsa– en el regazo, los billetes grandes enrollados dentro de los calcetines y en la cartera –falsa también– uno mediano para que no sospeche el señor asaltante. La nueva normalidad es, en todo caso, igual de terrible que la anterior. Me gusta ver en el video de la golpiza el desfogue de quien ha sido sistemáticamente abusado, la respuesta ante la incertidumbre del virus, el miedo, la necesidad, el hartazgo. La indignación de redes maniquea, como siempre, entre la condena de la violencia que, según, no es la respuesta, la conmiseración por el asaltante, y el placer voyeurista del triunfo de una justicia efectiva por draconiana, taliónica e inmediata, contraparte perfecta de lo que, lamentablemente, tenemos: una justicia inefectiva, terriblemente lenta y con claras preferencias de género y clase; ejercida por agentes más o menos informadxs, más cercanos a la intuición religiosa de su ejercicio que a preceptos éticos claros y contundentes. En fin: a veces es necesario ver caer a los malvados, sea como sea. Ya tendremos tiempo de pensar en lo que implica la justicia automática. Pero hoy sintamos que hay un triunfo del bien en todo esto.
@eljalf
