Política

Secuestrados

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  • Alejandro Maldonado

Su viaje en busca del “sueño americano” se tornó en una historia de terror. Josué, -cambié su nombre para proteger su identidad-, tomó la decisión de contratar a un “pollero”, para que los llevara a él, a su esposa y a su bebé desde Honduras a los Estados Unidos a cambio de 12 mil 500 dólares.

Todo marchaba bien hasta que llegaron a una ciudad de Tamaulipas fronteriza con Texas. Allí los secuestraron y comenzó su suplicio. Encerrados en un lugar sin ventilación, vigilados día y noche por hombres armados que no paraban de fumar droga. “Mi bebé cumplió el añito estando en ese lugar. Pasaban días sin que nos dieran de comer. No sabíamos si era de día o de noche. A veces nos arrojaban tomates y eso era todo nuestro alimento. El agua que bebíamos era de la llave con sabor a cloro”.

En cualquier momento podrían arrebatarles la vida. Su bebé enfermó y sobrevivió de milagro sin medicamentos, aunque hasta la fecha lidia con secuelas físicas. Josué me contó que estuvieron cautivos por dos meses. Finalmente, dijo, “nos liberaron a cambio de 7 mil 500 dólares”.

Las tragedias y horrores que vemos en el mundo físico se derivan muchas veces de un mundo espiritual invisible. Vivir sin Dios es vivir cautivo: “Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado”, Juan 8:34. Pablo refiere así nuestra condición: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”, Romanos 3:23. Jesús nos advirtió: “El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir”, Juan 10:10ª. La lucha por el alma humana es real.

¿Ya no puedes con lo que te mantiene “secuestrado”? Escucha la voz de Jesús, quien te ama más que nadie en el universo: “El Espíritu de Dios me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; A predicar el año agradable del Señor”, Lucas 4:18-19.

Jesús fue a la cruz voluntariamente a pagar el precio de nuestro rescate. Nuestra libertad le costó todo. Él derramó su sangre para darte vida. Ven a él tal y como estás y dile ahora mismo: “¡Sálvame, Señor Jesús! Creo en ti. Te entrego mi vida. Perdona mis pecados y ven a morar a mi corazón. Tuyo soy. Amén”


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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