Así fuimos diseñados: Dependientes. Jamás seremos autosuficientes. Necesitamos aire, alimento, agua, descanso y sueño. Nada de esto se obtiene una sola vez; lo requerimos cada día. Estas realidades físicas apuntan a una necesidad más profunda: La espiritual. Si dependemos de todo lo que Dios creó, ¿por qué pensamos que podemos vivir plenamente sin depender de Él?
Desde niños se nos enseñó a adquirir información, competir y destacar. Nos dijeron que eso era lo esencial, pero rara vez nos hablaron de Dios como el centro de todo. En cierto sentido se nos instruyó a que todo depende de nosotros mismos. Aprendimos a correr tras ideales de belleza, fama, éxito o poder. “Cuando termine la carrera… cuando consiga empleo… cuando me case… cuando tenga hijos… cuando compre casa…”. La lista no termina. Como galgos tras un conejo mecánico, corremos sin nunca alcanzar lo que creemos perseguir, cruzando metas ficticias.
“Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía” (Salmo 42:1). Ese es el gemido interior que intentamos acallar con lo que el mundo ofrece, pero el resultado siempre acaba siendo frustración, ansiedad, soledad y vacío.
Dios nos muestra con claridad lo que realmente necesitamos: “Conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios” (Efesios 3:19). Léelo despacio. Descubrirás que Cristo te ama; conocerle supera todo lo que crees saber. Si das un paso de fe para creer en Él, encontrarás la plenitud que has estado buscando y nunca has hallado.
No fuimos creados para vivir independientes de Dios. Hacerlo es construir sobre arena inestable. Él tiene lo mejor para ti: “Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo” (1 Corintios 3:11).
Jesús llevó nuestros pecados en la cruz para reconciliarnos con el Padre y darle a nuestra vida sentido y propósito. Nadie lo obligo a hacerlo. Lo hizo por amor a ti y a mí. No aceptes el susurro engañoso que te dice, “has rebasado la raya y no puedes ser perdonado”. Escucha la voz de Dios quien te asegura: “Jesús se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo”, (1ª. Timoteo 2:6). ¡Todos! Eso te incluye. Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo.