Según la Universidad de Reading en el Reino Unido, es un hecho que cada vez hay más turbulencias durante los vuelos. Los científicos aseguran que los cielos se han vuelto más accidentados y anticipan que el problema seguirá agravándose por causa del cambio climático.
Según los análisis, tan solo en un punto típico del Atlántico Norte, la duración anual de turbulencias severas ha aumentado 55%, las moderadas 37%, y las ligeras 17%.
A las líneas aéreas lo que más preocupa son las “turbulencias de aire despejado” porque además de invisibles resultan peligrosas. En cualquier momento y de manera inesperada pueden golpear a un avión porque son difíciles de pronosticar y los equipos de detección remota en los aviones no las registran. Tan solo en los Estados Unidos, las turbulencias cuestan al sector aéreo en su conjunto, entre 150 y 500 millones de dólares al año por cada minuto adicional gastado.
“Estas cosas les he hablado para que en mí tengan paz. En el mundo tendrán aflicción, pero confíen, yo he vencido al mundo”, dijo Jesús a sus discípulos en Juan 16.33.
Las “turbulencias de aire despejado” suelen llegar de forma inesperada y en las más diversas escalas. La pérdida de un ser querido, abusos que marcan el alma, diagnósticos médicos sombríos, crisis matrimoniales, problemas graves con los hijos, accidentes irracionales, desempleo, delincuencia… y la lista sigue de manera interminable.
Están también “las otras turbulencias”. Me refiero a los problemas que sufrimos a causa de nuestras malas decisiones, -pecados-. Recibimos “reportes” de los peligros, pero aun así pensamos que nosotros podemos salirnos con la nuestra. Al final del camino lo que queda es culpa, heridas y desolación.
Cualquiera que sea la turbulencia que enfrentas, ven a Dios y acepta el amor que te ofrece por medio de Jesucristo: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación”, 2ª. Corintios 1.3.
Jesús ya pagó el precio de nuestra paz en la cruz del Calvario. Él voluntariamente recibió nuestro pecado, juicio y castigo para reconciliarnos con Dios. “Consumado es” dijo cuando liquidó nuestra deuda. Dios promete que, si clamas a Él te responderá. Cree y pídele que te perdone, salve y venga a morar a tu corazón y verás.