Cultura

Todos sus brazos tienen la fuerza (XLV)

  • Pa'no molestar
  • Todos sus brazos tienen la fuerza (XLV)
  • Alejandro Evaristo

Abrió los ojos. Pese a la poca luz en la habitación podía ver con toda claridad. Hizo un rápido reconocimiento y lo primero que notó fue su desnudez. Solo una sábana cubría su cuerpo y no pretendía permanecer así porque si algo urgía era salir de ese lugar, aunque no tenía idea de a dónde se dirigiría o para qué, pero su instinto le movía a intentarlo.

Cuando se incorporó cayó en la cuenta de que había 12 cuerpos, cubiertos también, colocados en iguales circunstancias a las suyas alrededor.

Por curiosidad decidió descubrir el rostro del primero. Era una mujer joven de unos 22, quizá 24 años, de piel morena y largos cabellos negros que descansaban alrededor de su cabeza sobre la plancha en la que reposaba. El rostro le resultaba familiar pero no podía determinar su identidad o incluso algún otro tipo de relación con ella, si es que la había.

Antes de seguir buscó en el lugar algo con qué cubrirse. En una especie de armario ubicado al otro lado de la enorme habitación había una especie de armario, cuando lo abrió halló ahí un par de pantalones y una camisa que al parecer eran de su talla, también una gabardina y unas botas de campismo.

Empezó a vestirse y no pudo evitar recordar el rostro de la joven. Podría asegurar que le había visto antes pero aún seguía sin saber dónde. Entonces, mientras empezaba a colocarse el calzado, en una especie de bombardeos mentales pudo ver a la chica abrazando y besando a otra persona, un hombre al parecer, aunque no podía confirmarlo a ciencia cierta porque desde su particular campo de visión solo podía observar el tamaño de la espalda. Era como si los estuviese viendo desde lo alto.

La imagen se corrompió en la mente y fue sucedida por otra en la que los ojos de la mujer le veían mientras se acercaba a gran velocidad. Ella no tuvo oportunidad de gritar o al menos advertir del peligro a su pareja.

La visión mental desapareció y dio paso a otra en la que ambos están tirados sobre pasto y es de noche, no puede determinar qué pasó pero si algo sabe es que no hay nadie alrededor porque ha visto todo. A lo lejos solo había una persona alejándose a toda velocidad del lugar, aunque al parecer está malherida. Su natural y humana decisión es tratar de ayudar pero hay algo más en él, lo sabe, lo siente, y es ese algo el que le impide hacer otra cosa que no sea alimentarse.

Un nuevo “flashazo”. Ahora observa con sus ojos inconscientes que hay dos brazos tomando a la desfallecida mujer. Perdió el conocimiento mientras la levantaba en vilo y ahí fue donde sus otros brazos aprovecharon la oportunidad para abrir su boca y facilitar la labor porque su rostro empieza desfigurarse y parece romperse desde la base nasal hasta poco más arriba del mentón en cuatro triangulos perfectos en los que la lengua se contrae hacia la base de lo que antes era la cavidad bucal, al igual que los dientes cuya blanquecina pureza se ha volcado al interior y han quedado cubiertos de carne y saliva y un líquido rojizo que no es sangre pero tiene todo el sabor de la vida.

El hombre se asombra con las imágenes de su recién descubierta memoria y no puede evitar sentir un repentino ataque de asco y coraje porque cae en la cuenta de que es un asesino. Que de su boca ha surgido una especie de púa con espinas que se fijan al alimento por aceptar y se alarga a voluntad para introducirse por la boca de la chica. La asquerosa protuberancia tiene un orificio central desde el que puede sentir cómo expulsa algo líquido al interior del cuerpo femenino para después, luego de unos segundos apenas, volver a succionarlo con el sabor de las células moribundas, los líquidos vitales, las ansias y el deseo de vivir que poco a poco escapan a través de ella.

Luego toca el turno al joven y el placer y la saciedad se repiten de igual forma. No importa el peso, el tamaño, la corpulencia del muchacho. Todos sus brazos tienen la fuerza suficiente para hacerlo... todos sus brazos… ¡son cuatro! En su mente puede ver claramente y los cuenta. Hay en ellos la fuerza suficiente para sostener a su alimento y al mismo tiempo su propio peso desde la rama de un árbol a la que subió para alimentarse y, mientras lo hace, tener una visión más adecuada por si hay algún depredador al acecho…


Google news logo
Síguenos en
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.