Cultura

Si hay suerte puedes escucharle (LXII)

  • Pa'no molestar
  • Si hay suerte puedes escucharle (LXII)
  • Alejandro Evaristo

Los hombres voltean para confirmar que la mujer tiene razón. No hay un solo sonido del bosque, no hay tal sinfonía canora de la que hablan los cuentos


Caminaron un poco más siguiendo una de las tantas veredas, las que aparecen en el valle para llegar al bosque. Seguían al campesino, un señor con evidente resistencia a compartir su identidad con desconocidos.

Accedió a llevarles hasta el sitio porque los 500 pesos bien podrían servirle para comprar un poco más de alimento para los animales en el corral.

Pasaron alrededor de 45 minutos antes de empezar a ascender, enfrentarse al río y llegar hasta las rocas y la enorme pared de piedra de unos 30, quizá 40 metros de alto.

Avanzaron unos 10 minutos más cuidando los pasos para llegar por fin a un claro entre los árboles. Es un camino obligado para las criaturas del bosque que bajan a beber y él lo sabe, por eso improvisó un escondrijo con ramas cubierto de hojarasca en la pequeña saliente de una enorme piedra.

Los llevó hasta ahí y no se preocupó por esconder las botellas de licor vacías. Desde esa breve altura señaló el lugar, eran unos 30 metros de distancia.

Fue por la mañana, no había pasado mucho tiempo desde el amanecer, así que podrían haber sido las 6:30 o 7, más o menos. Yo había estado esperando un par de horas a algún venado o por lo menos un conejo o liebre, pero ningún animal apareció y es raro porque siempre vuelven a esas horas para internarse entre los árboles o regresar a sus madrigueras. Me sentía medio cansado y quise regresar. Apenas había tomado la decisión cuando vi que un hombre como el de la foto salió por entre aquellos árboles y caminaba directo hacia donde yo estaba.

Se paró justo ahí, dijo señalando la brevísima saliente de una roca a unos 7 metros del lugar, y parecía como olisquear. Se quedó mirando fijamente en esta dirección, como si pudiera verme, a pesar de que yo estaba todo cubierto con mi ropa de camuflaje y bajo las ramas y las hojas. Estuvo así casi un minuto y luego, con una enorme facilidad corrió desde ahí para subir por entre esos árboles. No fue mucho tiempo, pero sí pude reconocerlo en la foto que me enseñaste...

Fernando avanzó hasta el punto donde supuestamente había estado y preguntó si estaba señalando la dirección correcta por la que aquel había escapado para, después de recibir la confirmación, quedarse mirando hacia lo alto del monte y preguntar al guía si sabía qué había más adelante.

No mucho. Allá nace el río entre las rocas, más árboles y un montón de cuevas que usan los animales de acá para pasar los días, alimentarse o criar a sus cachorros. No subimos hasta allá para que puedan vivir; nosotros no cazamos por “deporte” como hacen otros. Quienes subimos por una presa lo hacemos para alimentarnos y respetamos la época de crianza… no, no los voy a llevar hasta allá porque no es buen momento y podría llover, las piedras mojadas son una muy buena trampa para personas que no saben cómo caminar.

Miguel preguntó qué clase de animales había en ese bosque.

Venados, conejos, liebres, codornices, coyotes, zorrillos y más allá, en lo más denso, dicen que hay hasta lobos por la barranca poco antes del desfiladero, yo nunca he visto uno, pero sí se pueden llegar a escucharlos por las noches con algo de suerte. También hay un montón de pájaros…

- Eso es raro, hemos estado aquí por un buen rato ¿y oyen?

- ¿Qué?

- Nada, dice Diana con cierta incomodidad mientras pierde su mirada entre el montón de arbustos y eleva la vista un poco más allá. No se escucha nada… no hay aves…

Los hombres se miran entre sí y voltean hacia todas direcciones para confirmar que la mujer tiene razón. No hay un solo sonido del bosque, no hay tal sinfonía canora de la que hablan los cuentos y las historias en sitios que, como este, debería estar lleno de vida aun si hay alguien cerca.

A veces no se escucha nada porque hay un depredador cerca y los animales saben y se esconden. Deberíamos irnos, la tormenta viene hacia acá.

El campesino da media vuelta y empieza el descenso, les apura a avanzar mientras escudriña el cielo oscurecido a través de sus ojos que ahora no pueden ver que allá, en el sitio donde minutos antes estaban, una figura se acerca y husmea con calma los alrededores…


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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